PODER (II)
«¿de que serviría la dulzura ,si no fuese capaz, tierna e inefable de darnos miedo?; de tal manera sobrepasa toda violencia-que cuando se lanza -nadie se defiende…»
Rainer Mará Rilke. Poemas franceses
En realidad el verdadero poder transformador del mundo es la ternura. Temida por todos ya que el amor, hoy en la post-modernidad , es lo reprimido. Se comprueba en la clínica de los pacientes y en la vida cotidiana que a mayor déficit de ternura hay mayor violencia. Son una dupla ternura y violencia. Una es el contrapeso de la otra. Ternura y humanización van de la mano. Violencia y barbarie también. El poeta lo describe con profundidad. Cuando falla lo humano que tiene en la ternura su máximo valor aparece la violencia como manifestación en una sociedad sólo técnica y muy deshumanizada. Violencia que no debe confundirse con agresividad. La agresividad es un fenómeno que nos es connatural con los animales y tiene que ver con la posesión y la defensa de los territorios. La violencia es la erotización del daño, el goce con la destrucción del otro. Implica buscar la cesación del Otro cuando aparece en nuestro horizonte; así surge la tribalización narcisística de lo social, es la barbarie del anonimato. Los «grupos de choque» son la manifestación social de esta barbarie anónima de una sociedad anónima (el refugio y el escondite son la moneda corriente de esta relación tribal).Barras bravas, tribus urbanas son la manifestación directa de esta nueva iconografía urbana. Contratados por diversos » patrones» tienen en el alcohol y la droga los seguros cómplices para desterrar los restos de subjetividad y asegurar la frialdad y la falta de compasión ante la victima (habitualmente un ciudadano indefenso).
Piqueteros de lo humano, en la frontera que establece el «prepo» delatan la caída de lo legal ante la omnipotencia narcisística. La Ley cae presa del Unicato. El golpe al consenso. El Único ante lo múltiple.
Los animales mientras tanto nos recuerdan el patrimonio de la ternura como ese titular periodístico del delfín que se muere por falta de cuidados de la entrenadora que en su momento le salvó la vida. Los delfines hacen duelos de amor. Nos damos cuenta del poder del amor a través de ellos o de aquellos monitos que cuando no son acariciados a los pocos días de nacer bajan sus defensas ante las enfermedades o se dificulta su crecimiento. Menor resistencia a los virus, bacterias, a agentes nocivos e implantación de células cancerosas; todo esto parece ser una manifestación de la falta de ternura. El amor previene enfermedades y fortifica nuestras defensas.
Las caricias no son solo un juego de poetas y románticos, es materia hoy de psicólogos, biólogos y hasta de neurofisiólogos, ya que el cerebro en su lenguaje químico y en su programa genético crece diferente si un ser humano es querido o no. Pero la ternura tiene poca prensa; se la reduce sólo a la sexualidad y a su gimnasia en una danza observada por un Gran Hermano.
Sociedad violenta, déficit de ternura. Los vínculos están devaluados. Defendamos de una manera «fundamentalista» una camiseta de fútbol y como grupo de «choque» liquidemos al adversario enemigo embebido en las sustancias que nos ofrecemos. La violencia es adictiva, busquemos entonces otro lugar en donde descargarla. Que nos contraten como mano de obra en cualquier lugar .Lo importante es tener «patrones» para reventa de entradas, ataque a técnicos,» escraches» varios, manifestaciones políticas, defensa de dirigentes de todo tipo .Si somos «barras» ningún paso fronterizo «ecologista» nos detendrá (algo sucedido en el paso a Gualeguaychú con un grupo de fútbol) , aunque si se detendrá a ciudadanos tranquilos .Sobornemos nuestra dignidad que no existe o quizás nunca existió.
La post-modernidad tiene fuerzas que llevan a la des-modernización y a la barbarie. Los «grupos de choque» son una muestra de ello, anteriormente vimos como la toma de territorios por organizaciones delictivas son elementos que llevan a la misma dirección. Los poderes formales quedan a un costado frente a esta nueva fuerza de la barbarie. La ternura como la fuerza humanizadora del amor y las organizaciones civiles, frutos también de esta nueva cultura, son quizás la forma de contrapesar esta anti-historia.