Drogas hoy.
“Las drogas suturan y multiplican los sufrimientos”
L. Cancrini. Especialista italiano.
Hoy es el Día Mundial de Lucha contra el Narcotráfico y que también se simboliza en la prevención de las dependencias a sustancias químicas según el dictamen de Naciones Unidas. Estamos en la Argentina ante una epidemia de consumo en donde la oferta se ha disparado y la demanda de sustancias ha aumentado. ¿Cuál es la estrategia más adecuada para enfrentar esta epidemia? Solo se habla en nuestro país de cambiar el marco legal e incluso de permitir la producción de drogas en la propia casa. Quizás nos debamos preguntar: ¿esto aumentara la crisis de drogas o la bajará? ¿bajaran o disminuirán los índices de prevalencia e incidencia en la comunidad, especialmente juvenil, de consumo?
El gran error, creo, es considerar que cambiando el marco jurídico se logrará algo y máxime si éste se refiere a la esfera del Derecho de limites como es el Derecho Penal. En las sociedades complejas y tecnológicas como las actuales es la prevención social y una red de asistencia al paciente la clave. Para ello hay que partir de una realidad: las drogas dañan la vida de una persona, su biología, su psiquis y sus relaciones familiares, laborales y sociales. Esta es la primera premisa a aceptar; pero ciertos planteos parecerían considerar que las drogas no dañan o que lo hacen en ciertas circunstancias muy precisas. Se niegan los últimos datos de la neurociencia sobre las lesiones funcionales y estructurales sobre el cerebro así como el desequilibrio del sistema de recompensa cerebral que vehiculiza la necesidad de sustancias químicas (cocaína por ejemplo) una vez que estas han estimulado los neurotransmisores químicos facilitando la repetición de la ingesta y alterando todo el circuito motivacional de una persona. Este sistema de recompensa están presente en todos los mamíferos y tiene que ver con todas las conductas ligadas al placer; al mismo tiempo los daños en el cerebro en las zonas evolucionadas típicas de lo humano (lesiones en áreas de pensamiento, control de impulsos, memoria, etc) nos dejan a expensas del segundo cerebro que es el cerebro mamífero. Los estudios más modernos de tipo neurológico nos hablan de la presencia de tres estructuras cerebrales en una sola y que condensan la evolución de la especie: el cerebro reptiliano, mamífero y el propiamente humano. Las cien mil millones de neuronas quedan impactadas por el consumo de drogas y el abuso de alcohol.
La prevención es la clave y si hoy hay mucha ingesta quizás es porque ha triunfado la aceptación social del consumo que lleva esto aparejado una minimización de los daños que generan estas sustancias. Entonces tenemos que el 68% de las muertes adolescentes tienen que ver con las consecuencias del consumo o que el 8% de la población consume o consumió drogas, y que en las poblaciones juveniles el abuso de alcohol y drogas llega en lo primero a casi el 50 % y en drogas al 20 %: pensemos en las consecuencias en el campo de la salud, sociales y familiares de estas conductas que están siendo aprobadas socialmente. Una cultura preventiva pone en crisis el paradigma de la aceptación social del consumo. Es lo que se logró con el tabaco en donde se instaló una cultura de la salud y bajó el consumo. En las sociedades actuales la crisis en los jóvenes hacen que las drogas sea un comportamiento compensatorio ante variedad de circunstancias: desvalimiento familiar; crisis de futuro y de la noción de porvenir, oscuridad en el campo de valores, etc. Este síntoma compensatorio que es casi una huida de lo temido como lo es el vivir plenamente; ¿cómo se combate esto?¿fomentando la aceptación social?¿creando una cultura preventiva? Creo que la estrategia preventiva articulando todos los sectores sociales es fundamental. Los padres necesitan poseer recursos para enfrentar esta epidemia. Cada escuela necesita convertirse en un centro preventivo desde el sida hasta el alcoholismo. Utilizar toda la trama institucional barrial y cultural para enfrentar esta epidemia. En todo caso si se quiere cambiar las leyes porque no comenzamos por una Ley Nacional de Prevención (que no existe) y que obligan a todos los actores sociales (escuelas, organizaciones de la sociedad; iglesias, aparato público) a realizar una serie de acciones educativas y asistenciales para contener estos fenómenos que deterioran la vida de las sociedades.