POR JUAN ALBERTO YARÍA

23.09.2019

Es habitual que los pacientes digan «toqué fondo», pero la autenticidad de tal reflexión depende de la aceptación de la enfermedad que se tenga y de los cambios que tendrá que hacer en su vida personal. Otros detrás de esto tratan de salir del «veraz» familiar y social y solo «juntar tiempo limpio» para que sus familiares y empleadores le den otra oportunidad, le den crédito y volver a consumir con la ilusión (siempre presente en los consumidores) de un control de la toma de estupefacientes.
Existe la idea que esta vez será diferente y podrán controlar la dosis y así inician un «tobogán» más fuerte porque como dicen en Alcohólicos Anónimos ya «una copa (dosis) es mucha y cien son pocas». Están vulnerados y no lo aceptan.

La anécdotas clínicas del «tocar fondo» son variadas y dependen de la historia adictiva de cada cual: delitos varios que lo llevaron a cumplir penas por inmiscuirse con bandas de venta de drogas para satisfacer las necesidades de consumo y por las pérdidas de todos los controles éticos derivados en parte del propio consumo que deteriora la función cerebral, caer presos y vivir escenas relatadas como siniestras en las llamadas «leoneras» de Tribunales o comisarías en donde debieron estar días contra la pared sin dormir por temor a las violaciones o a la violencia. Las violaciones a mujeres en sesiones con drogas, estar en terapia intensiva durante un tiempo prolongado con respirador y en coma y sentir que la vida ya se iba y así van siguiendo escenas que el paciente relata como el límite último al cual llegó y que lo impele a reaccionar.

Muchos no pueden escuchar este límite y siguen consumiendo y entonces el tobogán los esperará en los distintos «cementerios» de la vida que nos preparamos.
El «tocar fondo» no solo es una expresión en boca de los consumidores o de grupos de pacientes en recuperación sino también textos de trabajo clínico en adicciones, así por ejemplo un maestro americano en terapia familiar como Thomas Todd describe siete etapas de transición a la enfermedad.
A) La pre-adicción (inicio de consumo con «luna de miel»).
B) La adicción temprana sin admisión del problema.
C) «Tocar fondo» debido a complicaciones médicas, legales o sociales y/o accidentes.

Luego siguen otras etapas como el pre-tratamiento, el tratamiento propiamente dicho, el mantenimiento de lo logrado y la prevención de las recaídas.

CUIDAR LA VIDA
La autenticidad del «tocar fondo» depende de la aceptación de nuestra impotencia para controlar aquello que nos gusta (el «plato» de cocaína), pero que al mismo tiempo nos destruye. Nadie deja de consumir porque le deja de gustar sino por las consecuencias de este consumo (infartos, cárcel, coma, muertes, accidentes, cáncer, enfermedades varias, abandono de familiares, perdidas económicas y deterioro cognitivo).

Martin Heidegger (1889-1976), uno de los grandes pensadores que dio la humanidad, retomando la mitología romana decía que la misión del hombre en la Tierra era «cuidar la vida» y transmitirla. Esta no nos pertenecía solo debíamos cuidarla y transmitirla. El consumidor destruye su vida y también en algunos casos pone en riesgo la vida de los demás.

Decía que nuestra misión era estar sometidos a la Cura (mitología romana de Higinio), que era la síntesis del cuidado como una devoción. No podemos desperdiciar ese potencial maravilloso que es cuidar la creación, lo creado y a nosotros mismos.
Los dioses romanos discutían a quien pertenecía el hombre, y Saturno (personificación del Tiempo y Rey de los Dioses) dictaminó que mientras viva el hombre era de la Cura (cuya misión era cuidar y propagar la vida), cuando muera volverá a la Diosa Tierra. Pero es interesante que el Rey de los Dioses romanos era el Tiempo, quien todo lo permite pero también todo lo destruye (el Tiempo en la mitología también devoraba a sus hijos); por eso somos también Tiempo y ese tiempo habrá que aprovecharlo.

EL GRAN TEMA HUMANO: LA ACEPTACION
Pablo Escobar decía allá por los «80: «Conmigo no van a poder». Se refería que vendía algo que estimulaba la omnipotencia; además sin saberlo se refería a este tiempo que nos rodeaba «líquido», vacío y con la agonía de los vínculos afectivos y del amor en donde el individualismo empezaba a triunfar. La huida con el clorhidrato de cocaína estimulaba la omnipotencia. Eramos Fausto haciendo el pacto con Mefistófeles. El hombre fáustico era la imagen misma de la megalomanía ya que habiendo pactado con Mefistófeles, él tenía un conocimiento ilimitado y los placeres mundanos estaban «a la mano». Era el todo y esto es lo que vemos en nuestros pacientes en pleno éxtasis.

Cuando «la cura» en los relatos literarios se enfrenta al Fausto omnipotente, solo con soplarlo lo deja «ciego» y ahí le dice que ahora llegará así «ciego» a los «espejismos» (las mentiras de la vida), llegará a la sabiduría y lo lleva al «día a día» (cuidar su libertad en el día a día).
Lo condena al considerar que la omnipotencia es solo un delirio, es un ser incumplido. La libertad no es hacer lo que nos da la gana sino que es una conquista diaria.

La oración de la serenidad que los grupos de rehabilitación repiten tiene una filosofía en donde la aceptación y la sabiduría es fundamental: «Señor concédeme serenidad para aceptar aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia».
Tratarse es tocar este fondo mefistofélico que somos y aceptar nuestros límites humanos. Salir de este tocar fondo que es el seno mismo de la desesperación será en las adicciones el encuentro con otros, un terapeuta, un equipo, una organización. «Somos un diálogo» decía el gran poeta Holderlin. En el diálogo salimos de la desesperación y entramos en el terreno de la esperanza que nos llama a la vocación de ser hombres (el llamado a ser).

* Director General Gradiva – Rehabilitación en adicciones

Juan Alberto Yaría

* Director general de Gradiva – Rehabilitación en adicciones