“…tal como nos ha sido impuesta ,la vida nos resulta demasiado pesada ,sufrimientos, decepciones ,empresas imposibles …para soportarla, muchos no pueden prescindir de calmantes: distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeña nuestra miseria; y otros usan narcóticos que nos tornan insensible a ella”.

S. Freud. El malestar de la Cultura .1929

Como nos enseña el maestro vienés es difícil soportar la vida. Algunos días al salir de la consulta tengo la sensación de la debilidad de nosotros, como humanos, para aceptar y /o enfrentar el mundo en el cual vivimos. Desde el joven o púber  ante los dilemas de su sexualidad o de  un cuerpo que se le torna impresentable y que lo vive con complejos y fobias hasta el adulto acosado por problemas financieros, el fenómeno de la vejez, o el crecimiento de los hijos o incluso  hasta el fantasma tan temido de la muerte. Todos ellos acuden a mi consultorio por consumo de drogas.

Lo interesante del caso es que los problemas que pretendían solucionar con el consumo de alcohol y sustancias se agravan , multiplican y, a la vez , se complican. Solamente como nos dice Freud se insensibilizan ante los conflictos, pero  estos al mismo tiempo  retornan con más fuerza. El consumidor tiene un doble problema; por un lado aquellos que intento aislar con las fórmulas mágicas químicas y por otra parte la dependencia a drogas con sus consecuencias inevitables en todos los campos de la conducta y del funcionamiento del sistema nervioso.

CAMBIOS  CEREBRALES

La fórmula mágica buscada en la adicción a fármacos y drogas (alcohol incluido) es la hiperestimulación del sistema del placer a través de un mecanismo clave para la supervivencia de la especie como lo es el sistema de recompensa. Ante la dificultad del vivir se busca una huida imaginaria, eso parece ser la droga. En el “flash” que mencionan los adolescentes parece estar esa búsqueda anhelada.

 Instante imaginario de develación , iluminación y sorpresa en donde todo parece tomar otra forma. Un paciente me lo decía ante la primer ingesta de cocaina :”esto es milagroso”. De ahí que miles de personas se enriquezcan vendiendo esta pócima mágica que ayuda a huir de la realidad creyéndose cada uno de nosotros que la enfrenta. El placer que se consigue se da en ese instante de extasis imaginario en donde todo vira y gira con otro colorido. El mundo ya es festivo. Es el mundo de  la huida. Dura unas horas. Pero “engancha”. Enganche que deriva de un sistema nervioso que a través de mecanismos casi automáticos de placer busca otra nueva “vuelta de palanca” (otra dosis) para conseguir reiterar los mismos efectos. Estos efectos son cada vez más tenues. Pero el habito se profundiza. He aquí ya la adicción. Al mismo tiempo va variando el cerebro. Esto es lo importante .

Por ejemplo la hiperactivación del sistema del placer inhibe el funcionamiento de los controles inhibitorios  que están el el sistema superior llamado frontal. Ahí reposan los elementos de mayor complejidad del pensamiento, la moral, la atención , las memorias, etc. La caída del funcionamiento del lóbulo frontal es evidenciable en tests que se pueden administrar a consumidores en relación a una población de  no consumidores y también en el estudio moderno de neuro-imágenes del cerebro . Acá se ven cambios en la circulación con zonas dañadas tanto en su funcionamiento como con  infartos. Todo esto se transforma en conducta del paciente . Desde crisis financieras en los adultos hasta desbordes impulsivos en menores  (en estos el daño de la droga es mucho mayor ya que las estructuras superiores frontales todavía no están plenamente desarrolladas).

Ya la huida inicial ante el conflicto del vivir , mediocremente manejado con drogas, se transforma en un problema mayor. Hay diferencias fundamentales entre un cerebro que no ha vivido la experiencia del consumo y otro atrapado por este sufrimiento. Cuando más el consumidor otorga valor al “flash” y al sistema de recompensa más devaluado resulta el potencial impacto negativo : destrucción del lazo familiar, violencia relacionada con la droga, etc.

LA VIDA LOCA

El control inhibitorio ejercido por la corteza prefrontal  cae , se desata  la vida impulsiva y como la canción dice se pontifica “la vida loca”. El futuro paciente parece amar “la adrenalina “ en su desborde omnipotente y con todo esto cae la realidad y con ella toda una vida de relaciones y vínculos. Nos quedamos sin “stop”; mientras tanto la vida sana es es asumir el conflicto entre la recompensa placentera, la motivación, el impulso, las memorias de nuestra vida y el control inhibitorio y ético. Todo esto se desvanece en el dependiente a drogas.

Esto se complica aún más (lo trataré en otra oportunidad) debido a que las sustancias actúan en las señalizaciones químicas del cerebro durante varios años (el gran problema de la memoria adictiva ) con el compromiso de múltiples mediadores incluso con cambios genéticos producidos por el consumo crónico y esto explica como la recaida puede producirse a pesar de décadas de abstinencia.

DR. JUAN ALBERTO YARIA

DIRECTOR DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS SUPERIORES –GRADIVA- EN ADICCIONES Y PATOLOGIAS DEL DESVALIMIENTO SOCIAL