POR JUAN ALBERTO YARÍA

23.12.2019

Estamos ante una epidemia en donde la «peste blanca» pretende resumir como título a un actor central de esta era que se anuncia ya en la década del «80 en donde la súper-estimulación es clave.
Rendir, no dormir, performance, estar a «mil». Invade las calles, las Bolsas de valores, las redacciones, las familias, las escuelas y universidades, las fiestas, etcétera.

El sentido de todo es el exceso para lograr la performance y esto reemplaza al proyectar. Más que proyectar día a día hay que rendir. Hipermodernidad como nuevo tiempo de la humanidad marcado por la información en tiempo real e instantáneo. Tiempo de la robótica y del inicio de la computación y comunicación masiva. El hombre se asimila a ese modelo. Se asemeja a esa máquina veloz.
El hombre también ya es veloz aunque sea artificialmente. Lo definió perversamente el llamado «Patrón del mal» Pablo Escobar Gaviria cuando describen sus biógrafos: «Con esto no van a poder los ejércitos». Husmeaba un nuevo tiempo en donde esta droga iba a convertirse en una necesidad imperiosa para millones.

Hoy esta «peste blanca» adquiere distintos nombres: cocaína, crack, pasta base, pastillas estimulantes, metanfetamina, éxtasis. El antecedente en muchos casos es la marihuana que desde mi punto de vista junto con el alcohol son los cursos preparatorios que en muchos casos culminan luego del shock del «flash blanco» en drogas de huida y en busca de un nirvana como los opiáceos (plantas adormideras).
Nuestro país, mientras tanto, es el primer consumidor de cocaína de América del sur junto a Uruguay y el segundo en toda América luego de los Estados Unidos. Uruguay subió a los primeros puestos de consumo de cocaína luego de la regulación de la venta de marihuana en las farmacias (Junta Internacional de Estupefacientes – 2017) e incluso con aumento de venta en el mercado ilegal de la propia sustancia regulada.

Gabriel G. Nahas, científico de nota y que incluso fue contratado por el gobierno chino para prevenir probables epidemias de drogas en la década del «80, luchó en los Estados Unidos (California) para mostrar los daños. En los ambientes artísticos, culturales y empresariales era considerada una droga «recreativa».

El viejo maestro Nahas, con quien tuve el honor de estudiar en la Argentina y en los Estados Unidos, luchaba en su país contra la cultura de la implantación de la cocaína que se la consideraba, como en la Argentina de los «80 y todavía en algunos sectores en la actualidad, como una droga recreativa y de la diversión.

Mientras tanto en los «80 los modelos animales nos mostraban lo contrario ya que los ratones de laboratorio morían por consumir esta droga y ni siquiera comían. En los humanos pasaba lo mismo. Clínicas, sanatorios, hospitales y consultorios se llenaban de pacientes que como los ratones tampoco «»podían parar»». Accidentados. Hemipléjicos. Homicidas. Muertos. La sociedad a través de voceros privilegiados seguía hablando de la droga de la «»felicidad»» y que además no generaba daño.
El «»no poder parar»» no era solo lo que les sucedía a los ratones de laboratorio a en los «90 desde el Nida (Centro Nacional de drogas de los Estados Unidos) se empezó a observar los cambios en el funcionamiento cerebral a medida que el cerebro se iba adaptando a su uso. Cambios funcionales químicos y eléctricos y cambios estructurales (infartos cerebrales por ejemplo).

LA ARGENTINA DE LOS 80
En la Argentina de los «80 mueren personajes encandilados por el «polvo blanco» como pasaba en los Estados Unidos. Ilusión de potencia y omnipotencia que era el pasaporte seguro a la autodestrucción. Toda superación de límites -parecería- al fin nos limita de la peor manera. Olmedo cae de un balcón. Otros participan en horrendos crímenes. Ha caído hace unos años el «último de los mohicanos» de esa época, el «Facha Martel» que incluso llegó a vivir en un auto abandonado.

La cultura de la droga se estaba instalando en esa época y llamativamente y a la vez simbólicamente «La Ciudad Feliz» era testigo y testimonio de ese momento. Nuestra sociedad estaba perdiendo la noción de fiesta ya que en la posmodernidad ésta es suplida por el exceso; es la fiesta vivida inmediatamente en el cuerpo y a través de los grupos en lo colectivo. En este tipo de fiesta con excesos está el placer. En la posmodernidad las drogas y sus excesos suplantan todo. El sentimiento que parece acompañar a la fiesta posmoderna es la tristeza y el vacío, como su contracara.

SIGLO XXI
La droga entra ahora, ya, en este nuevo tiempo en la familia. Hoy es común observar familias enteras de consumidores o grupo de hermanos, padre e hijo, o madre e hija. Plantas de marihuana en los jardines o excursiones para ir a encontrarse con un supuesto «chamán» que los «ilumine» con el hongo alucinógeno con ayahuasca. En Gradiva el 62% de los pacientes tienen algún familiar consumidor. La tercera población de consulta son familiares en contacto con la droga; la segunda son patologías de adultos con daños severos en los distintos sistemas orgánicos y con alteraciones mentales por un consumo de muchos años y en primer lugar los jóvenes. El costo social de todo esto es central. Las drogas en la vida familiar llevan a fenómenos contrarios a todo desarrollo sano.

A) Rechazo de los hijos si los padres están en carrera de consumo con conductas contradictorias, violentas e incluso perdidas de las diferencias generacionales con abusos sexuales.

B) Codependencias permisivas y cómplices en donde algunos de los familiares oculta información a otros sobre la conducta de alguien e incluso le facilita la compra de drogas.

C) Sociedades adictivas entre hermanos o padres generándose una verdadera debacle del sistema familiar y por ende de toda socialización. Los costos en calidad de vida de la sociedad son inmensos.

Económicamente un país se resiente enormemente ya que las ausencias laborales, los costos judiciales, médicos, penitenciarios y básicos y fundamentalmente se va devaluando la cultura y la educación social.
La diferencia con los «80 es también sustancial ya que abandonada toda política preventiva (único remedio frente al aumento de la prevalencia del consumo) la industria económica del marketing tiene un papel central en la «domesticación» de los seres humanos.

Director General Gradiva – Rehabilitación en adicciones