Padres y Drogas II.
Existen una serie de principios (10) que vamos a desarrollar semana a semana para enfrentar el consumo de alcohol, tabaco y drogas en la familia en relación a los hijos y a conductas que también pueden ser adictivas.
La consulta al especialista a veces llega luego de varios años de consumo y después de un accidente orgánico y/o automovilístico o un conflicto legal, o también un retraso académico con abandono de estudios e incumplimiento laboral.
Al mismo tiempo todo esto va unido a una detención de la comunicación familiar, matizada por horas de encuentro inexistentes, comidas en conjunto ya perdidas, horarios de desencuentro permanente. A mayor perdida de la convivencia dialogal mayor posibilidad de conductas transgresoras y negativas para la salud adolescente. Cuando se detiene lo simbólico del encuentro aparece la conducta no exenta de impulsividad, desborde y exceso. En todo esto intervienen otras situaciones que habrá que investigar y estudiar: conflictos de los padres (en muchos casos alcoholismo de alguno de ellos), discordancia en los estilos educativos que son lucrados por el adolescente. Interviene enormemente hoy el contexto: amistades negativas y en conflicto con la ley, la cultura de la calle y de la “transa” (patrimonio de todas las “paradas” de los barrios porteños y del conurbano).
Restaurar el dialogo no exento por supuesto de confrontaciones necesarias para el adolescente, a veces con la ayuda de un experto resulta fundamental. No hay adolescente si este no tiene un adulto con quien confrontarse. El “hueco” de adultos que a veces tiene lo lleva a identificaciones idolatricas con personajes marginales.
Donde hay droga en la adolescencia hay vacío. Vacío de palabras, de confrontaciones. Cuando el adolescente logró luego del fracaso del primer vinculo familiar una identidad “supletoria” con grupos adictivos la defenderá a “capa y espada” con mentiras, manipulaciones y distintas maniobras comunicacionales. Acá los padres ya necesitarán un experto, una ayuda. Además esta “identidad” supletoria que le brindan los grupos adictivos le garantiza seguridad y una cierta dosis de sustancias y de poder que cubren ese vacío que ante4s hablábamos en su identidad. En realidad el adicto de hoy se siente “nadie” pero logra ser “alguien” alguien transformándose en adicto aun a costa de poder perder su verdadera identidad para siempre.
El primer principio que desarrollamos en los talleres de padres es: aprender a escuchar al hijo. La escucha siempre está comprometida en las enfermedades que se dan en este ciclo vital. Tanto el hijo como los padres, sujetos a la angustia, no pueden escuchar. Acá también se hace necesaria la presencia de un experto. Los estilos familiares que hay que evitar son: juzgar, tener todas las respuestas, incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace, las actitudes violentas.
La escucha es dolorosa porque todos debemos cambiar. Muchos hábitos familiares necesitan variar, también conductas de los padres. Un limite a la escucha es la violencia y la agresión. Aquí debemos suspender la acción, recuperar la pausa y el pensamiento.
No es posible pensar en hacer prevención en torno al joven sin la participación familiar. Hay ciertos principios que debemos seguir y que pueden ser útiles:
- Asegure a su hijo que usted oyó lo que estaba diciendo. Esto permite a su hijo oír en palabras de otros sus propias afirmaciones y así recordar sus sentimientos.
- Trate de entender correctamente a su hijo, de lo contrario consulte.
- Cuando hable con su hijo observe su cara y el lenguaje de su cuerpo. Brinde apoyo y estimulo no verbal. Utilice el tono de voz adecuado a la respuesta que usted está dando. Emplee frases alentadoras.
- Demuestre su interés.
- Mantenga viva la conversación.
- No corte nunca el dialogo, cuando la situación se pone tensa siga en otro momento