Sociedad y Miedo.

“Nuestra vida  social esta invadida por fuerzas no sociales como son el interés, el miedo y la  violencia”. A. Touraine “ Hacia un nuevo paradigma” (2006).

Lo ocurrido en San Pablo (Brasil) en donde el Primer Comando  de la Capital  (PCC) tuvo el control de la ciudad durante varios días mostrando su poder de  fuego y de dominio territorial quizás nos debe obligar a cambiar de paradigma  acerca de cómo hoy funcionan las sociedades. Los viejos paradigmas parecerían  ya no servir. Otra mirada es necesaria: ha cambiado el lugar de la ley. Está en  otro lugar. No solo en el poder del Estado. Al contrario, acorrala a los  poderes del Estado que necesita negociar con nuevos actores sociales: el crimen  organizado. Lo mismo sucede en otros países como Paraguay, Colombia, Perú,  Ecuador y Méjico, entre otros.
Una de las caras del crimen organizado es hoy el  narcotráfico, que hoy maneja un flujo de dinero de aproximadamente 700 mil  millones de dólares, similar al producto bruto de Brasil.
En el nuevo paradigma la barbarie ocupa un lugar central. El  “Homo Sapiens”cede su lugar al “Homo Demens” (demente) al decir de E. Morin. El  miedo y la inseguridad acompañan la omnipotencia que impone el hombre bárbaro y  dementizado y estas emociones primarias son los aliados psicológicos de una  actitud defensiva y/o cómplice de una parte de la sociedad. Nadie ve nada o le  es impuesto el no ver; con lo cual el silencio y la ceguera aseguran la  complicidad. En Brasil especialmente en Río San Pablo matar a un policía es un  trofeo para las tribus urbanas que dependen de un poder “narco”.
El miedo, la inseguridad y la barbarie surgen como parte de  un proceso de descomposición social y desocialización de un número muy grande de  la población. Antes hablamos de la socialización a través de los sistemas de  parentesco (familiar), educativos (escuelas y cultura acumulada y transmitida)  y sociales (eco-organización barrial y fuerzas espirituales y políticas  activantes de la ciudadanía). Hoy todo esto parecería estar en crisis:  desfamiliarización, crisis de la escolarización y vacío de la organización  barrial y espiritual de las comunidades; siendo esto notas comunes en los  barrios y en las grandes ciudades.
Por eso hablamos de una desocialización masiva en donde la  droga y la pertenencia a unos grupos delictivos es una ingeniería que  proporciona una identidad marginal, pero una identidad al fin. En estos grupos  el consumo de sustancias psicoactivas les da por un momento una huida placentera  de un mundo vacío de sentido. Por otra parte aseguran un tercer elemento:  dinero fácil y sin ninguna capacitación previa (por lo menos en los niveles más  bajos de la organización).
La crisis de la noción de Estado, del monopolio de la ley y  de la fuerza es evidente. Pero las organizaciones criminales funcionan como una  empresa “holding” que no debe confundirse en una primera mirada con un conjunto  articulado y al unísono de rebeliones carcelarias  para mostrar quien manda o sea donde esta el  Amo y quienes son los esclavos. Al resto que quedó del Estado solo le queda  negociar (¿más zonas liberadas?, ¿menos presos narcos? ¿paz social frente a  nuevos periodos electorales?). La debilidad está en la victima (el Estado y la  sociedad “enjaulada” y atemorizada) y el poder lo tiene el victimario.
El “holding” necesita de acciones de alto impacto mediático  porque disciplinan en principio por el miedo a los poderes del viejo orden.
El holding funciona en red con una tecnología superior a la  del mismo Estado y los presos a liberar son una de las partes del holding que  es fundamentalmente una organización económica (alta plusvalía, con gran  capacidad de lavado de activos), una empresa de comercialización (con áreas de  transporte protegidas), producción y a la vez gestión de los deseos de los  consumidores para propiciar el prestigio del consumo de sustancias (área  comunicacional). La globalización es también la mundialización del crimen.