LAS MASCARAS I.
“No sea otro quien pueda ser sí mismo”.
Máxima Latina.
La vida social y personal parece ser por momentos, o parece ser una gran mascarada. Nos colocamos detrás de un personaje y desde ahí vivimos. El altar de la soberbia está ahí. Nuestro sí mismo más profundo queda así enterrado. Ese personaje como máscara es una seducción adictiva. Nos hacemos adictos al personaje.
La consulta esta llena de pacientes adictos al juego, drogas, alcohol, compras, sexo, dinero. El personaje adictivo se los comió. Se olvidaron de ser. Cuando pueden parar y pensar lloran daños muy profundos en su ser más personal. La mascara y el personaje se comieron a su persona íntima.
Para vivir en la vida social adoptamos mascaras. Son los roles que nos permiten vivir en el trabajo, la profesión, la calle, etc. Los antiguos hablaban de dos hombres: uno mas profundo y el de la mascara, luego los psicólogos hablaran del sí mismo y del que porta una mascara. El de la mascara para los romanos era como un actor dramático: aquello que se puede ver del hombre. Pero había otro hombre, el más profundo, su si mismo. La persona tiene un papel que representar en el trabajo, en el estudio, pero hay algo profundo que es la base de su ser. Si el hombre es solo representador de papeles queda sujeto a ser un personaje. El personaje es como una estatua. No somos, todo el día debemos representar al personaje. La sociedad actual forma la creación de personajes, mientras tanto el si mismo profundo queda aislado y olvidado.
En una sociedad de imágenes, de espectáculo, eficientista y rentística al servicio del marketing muchos caemos en el personaje y queda oculto y anémico el desarrollo del ser más profundo.
El personaje no descansa durante veinticuatro horas y entonces representamos papeles como si fuéramos actores para rendir un examen cotidiano. Es como si todo el día fuéramos empresarios, profesionales, etc. Esto nos puede enfermar y máxime cuando nuestro Ego gira en torno a la autosuficiencia, la soberbia y el narcisismo. Ahí ya comenzamos a tener síntomas de distinto tipo.
Nuestra vida se transforma en subir todos los días a un escenario; pero la verdadera vida es la que se da abajo del escenario. San Agustín habla de la intimidad de la persona y el “carozo” de esa intimidad es el corazón. La verdadera intimidad y comunicación se da a través del lenguaje del corazón.
En el tu a tu del corazón. Somos “socios” en un sentido no económico de un desarrollo personal tanto mío como en el del otro. Estamos en pleno contexto del amor. Cuando amamos a un alguien, a nuestros padres, a nuestros hijos, a una obra, nos enamoramos de un ideal nos estamos desarrollando como personas. Quizás para esto vivimos. Los antiguos como Pindaro decían : “Debes llegar a ser lo que eres”. El desarrollo personal es un camino. Me hago persona encontrándome a través del corazón con otro. De lo contrario vivo lleno de mascaras y vivo para los otros. Cuando intento sacarme la mascara solo encuentro un vació, un agujero. Soy solo un personaje. La sociedad actual fomenta personajes, defectua personas. C. Jung llamo sabiamente al personaje (conjunto de mascaras) : arquetipo de la conformidad o sea que vive sujeto y preso buscando la conformidad del otro. No es él. Esta sujeto a un ratings. Es puro Ego. Se fue la persona.
Los clásicos hablaban de que el máximo pecado del hombre era la hybris (soberbia, desmesura, insolencia). Creerse rey del universo. Ser el ombligo del mundo. Nos enamoramos de nosotros y como Narciso morimos ahogados por nuestra propia imagen.
Estas son patologías de la vida cotidiana. Cuando la vida nos interpela por una perdida, por un hijo que viene, por un trabajo que se adquiere. O sea los retos comunes ahí es como que no tenemos respuesta ya que esta debe venir de la persona mas profunda. Ahí hay vació. No hay contenido. No alimentamos nuestro si mismo. La sociedad solo alimento personajes que uno a uno iban pasando por la pasarela. Y nos creímos que esa era la verdad. Cuando nos sentimos fracasados o sin respuestas aparecen dolores: anorexia, bulimia, adicciones al alcohol, al juego, a las drogas, al riesgo, a la velocidad, al sexo. No somos solo mascaras. Debemos salir de la estatua del personaje y quizás llorar nuestras heridas más profundas.