Megaciudades y delitos.
“La ciudad funciona como un palimpsesto que nos obliga a develar la superposición de escrituras que la componen”
N. García Cancrini. “Imaginarios urbanos”. 2005.
Se acabo la ciudad del carrito del lechero, aquella que cantaba Alberto Castillo en los “cien barrios porteños”. Ni siquiera el nostalgioso Pichuco que en sus ronquidos de bandoneón símil de su voz anunciaba él “nunca me fui del barrio, siempre estoy ahí”. El Abasto es otra cosa ya que además del Shopping y el delito callejero ya no está más Carlitos cantando sin temores entre puesteros y changarines. No podemos tomar más como cuando éramos chicos el agua de la manguera y el agua mineral en muchos barrios del conurbano nos salva de los nitratos, nitritos y el arsénico cancerigeno. La barra de la esquina se transformo en la banda o tribu urbana apostada en un kiosco de líquidos y “fumos” supuestamente ilegales. La vecina ya no cuida al vecino menor; prefiere refugiarse en su muralla, etc, etc. Cuando percibimos esta singular sensación de extrañamiento nos pueden pasar dos cosas; o nos volvemos psicóticos (el extrañamiento de la realidad es una singular vivencia del esquizofrénico) o crecemos más tratando de comprender nuevas realidades. Se acabó la ciudad como un gran barrio “uno” y unificado. Las rejas suplantan a la comunicación. Las reglas sociales son suplantadas por la descomposición social. Así son las megapolis. Buenos Aires en su ciudad y en su conurbano que ya es un gran barrio de ella es también una megapolis como San Pablo, Los Ángeles, México, Paris, Tokio. Desaforado crecimiento con gran cantidad de etnias nuevas latinas, europeas, asiáticas y con una multiculturalidad total. Buenos Aires es la tercer ciudad boliviana, la segunda paraguaya. Chinos, vietnamitas, coreanos forman parte del nuevo paisaje matizado por los nuevos usos de los peruanos. Cada uno con sus tradiciones y con sus grupos de poder, de protección y de presión. No se pueden entender las ciudades de hoy sin analizar tres fenómenos y los escenarios sobre los cuales estos se despliegan; a) el tráfico y consumo de drogas epidémico como patrimonio negativo del convivir urbano de hoy, b) la contaminación ambiental y por último c) la dirección de conductas a través de los medios de comunicación y la publicidad consecuente que marca gustos y apetitos varios todo esto ligado a la expansión sin límites de los sistemas de información. Los escenarios se dan ligados a: la desfamiliarización creciente de la sociedad con el consiguiente abandono y desvalimiento de las jóvenes generaciones, la perdida de prestigio de la escuela y la consiguiente des-escolarización de miles de chicos. En muchas casas la única que convoca es una heladera a veces, incluso, vacía. La heladera suplanta a la convivencia. La escuela dejó de ser un lugar para cuidar e incluso arreglar con la cooperadora (que era un verdadero personal de mantenimiento) para ser en lugares más marginales un lugar para romper o en lugares más acomodados para cuestionar cuando a algún “maestro represor” ose llamarle la atención a algún alumno. La calle es el refugio de miles y el otro como prójimo más que un alimento de la convivencia es un poseedor de una zapatilla de marca. La paranoia impulsiva suplanta al dialogo. Hoy San Pablo es la metáfora de la ciudad latinoamericana desquiciada. El consumo de drogas también desquiciado. El consumo, a su vez, alimenta al tráfico de drogas y éste, como siempre, al consumo. Donde hay dinero abusivamente ganado (todo lo abusivo es perverso así nos lo enseña la sabia etimología de esta palabra) se desea imponer un Poder mayor. El PCC (comando narco) de San Pablo quiere el Poder solo. Los demás son nadie. Un poder autista, por ende de muerte de todo lo distinto y diferente. 30 millones de paulistas parecen ser los rehenes. Solo fuerzas sociales educativas, un gran trabajo de educación no formal sobre líderes que traccionen sobre organizaciones sociales y grupos de familiares con participación de empresas sociales y de empresas en general y con la ayuda del Estado pueden actuar como fuerzas de regeneración ante las fuerzas hacia la destrucción que operan en las ciudades superurbanizadas. La regeneración en las sociedades complejas como la actual es una intervención educativa mayor. Las drogas y la inseguridad son las puntas del “iceberg” de un mal de las sociedades complejas. Respuestas parciales agregan mayores problemas.