Ciudad y Desierto
“En la ciudad actual la madre deja el hogar y el padre no ha entrado”
J. Elzo (España)
En cada ciudad, especialmente en las grandes urbes, hay varias ciudades.
Hay partes de la ciudad que son desiertos. Nadie camina por ellas. O solo vagabundean algunos. Temores en ciertos horarios. Pero solo hay ciudad cuando nos podemos apropiar de su espacio público; sus casas, parques, paseos, calles. Esto está vedado en muchos lugares. Es un desierto solo transitado por “nadies” que vagabundean, esquinas que son “paradas” para tareas ilegales. La ciudad empieza a cambiar por los robos, los temores , la sensación y la certidumbre de la inseguridad.
La sociabilidad cae. Cambian hábitos, rituales familiares, se rechazan las calles y algunas se privatizan, se abandonan los espacios, se “militariza” la vida urbana. El centro se vacía después de determinadas horas.
La ciudad de hoy, conjunto de varias ciudades al mismo tiempo, no se puede entender sin analizar la entrada del narcotráfico en los distintos espacios de la vida de los conglomerados distribuidos en todos los barrios; al lado del “narco-menudeo” barrial está el fenómeno de la multiculturalidad y multietnicidad con escasa integración cultural, laboral y social. La ciudad europea cambió totalmente ( ya casi no existen las migraciones españolas e italianas) y nuevas etnias y culturas viven. Todo esto se une a los fenómenos de segregación en donde las “casas” se tapian y se forman enclaves fortificados.
Drogas, multietnicidad y casas fortificadas conviven con un abandono del espacio público. En las grandes urbes hay un proceso paradójico de desurbanización.
Me preocupa no solo los que viven encerrados quizás deglutiendo imágenes televisivas que se refuerzan aun más en la incertidumbre sino aquellos que vagan como “nadies” (habitualmente chicos y púberes de todas las clases sociales) que vagabundean son también fruto de la desfamiliarización y desescolarización crecientes.
Familia y escuela parecen ser especies en extinción, si esto es así ¿Cómo crecen sanamente las personas?.
Atiendo a muchos de esos “nadies” que como espetros vagan. Son los nuevos linyeras. Pero son miles y además jóvenes. Solo la dosis los confirma en su búsqueda de su destino suicida, pero éste parecería estar programado. Programado lentamente en el oscurecimiento de su cerebro dañado por las drogas o en la comisaría que lo recibe permanentemente como antesala del penal de Ezeiza o de otro penal.
Pedir más policías es casi, para mí, un delirio. ¿Qué nos pasa como sociedad con los jóvenes, las familias, las escuelas, la cultura barrial?
Narro una historia de tantas.
Oscar es un “barra brava” de un club de primera C de la capital.
Su vida pasa por defender ese “trapo” que es su vida. Varias entradas penales lo señalan ya para un sacrificio ritual. Otro hijo más sacrificado. Joven de 18 años con un hijo desconocido que surgió de un amor errante y fugaz. Está ahí frente a él como réplica de su propio nacimiento en donde un padre desconocido no lo reconoce aunque él sabe quien es. Madre sola, padre ausente. La madre trabaja, queda solo en su casa. No aprende en la escuela. Bloqueada su capacidad de aprendizaje sufre aún más la distancia con sus compañeros. En su historia aparece un padre sustituto que lo castiga ferozmente y con sadismo por sus trastornos de conducta.
Su destino en el castigo es la soledad del baño. Cuando le relata a la madre sus castigos el padre sustituto niega día a día lo que hace. La madre le cree a su nuevo compañero. El niño empieza a dudar de sus propias percepciones, suelo éste propicio para la locura. Lo que percibe no está validado por otros. Empieza a dudar de sus percepciones y de su mundo más próximo. Queda aún más solo.
La etapa adolescente es su venganza. La droga su huída. Los jefes de banda del barrio son sus sus padres sustitutos. Le dan droga. Le dan llaves de casas para robar. Es “campana” de delitos de otros. Logra un amparo en grupos destructivos. El club de fútbol y ser “barra” le da pertenencia. Ahí también hay droga.
Su ideal es ser como los grandes ya que se da cuenta que lo tratan como a un idiota (el idiota de la familia de G. Flaubert). Solo tiene las migajas como en toda su vida.
Alimenta ideales negativos en donde los valores son los disvalores de la banda. Como jefe de banda fracasa. Termina en el penal de Ezeiza.
¿Qué hacer con su vida? Vaga por las calles. Las esquinas son sus tumbas. El vértigo es lo único que vive ya sea con las sustancias, con los”barras”.
Hay miles de jóvenes así en nuestra ciudad. Es un “nadie” sin identidad que vaga por las calles. La ciudad se asemeja a un desierto. No hay relaciones vivas, afectivas. El único “oasis” es la droga o el vértigo de las “giras” con sustancias y goles en contra.
Es un “muerto vivo” que camina a la espera de una dosis que acelere el suicidio.