HIJOS VIVOS
“El peor pecado que puede cometer un padre es engendrar a un hijo y sentenciarlo a una (esta) vida espantosa”.
Jorge Luis Borges.
En la Ciudad de Corrientes, organizado por las “Madres del Paco” de esa localidad, participé de un evento multitudinario de padres auspiciado por la Subsecretaría de Acción Social.
Más de cuatrocientos participantes (padres, médicos, jueces, funcionarios, jóvenes, etc.) fueron convocados por el sufrimiento.
Quedé impresionado y comencé diciendo que frente a la vivencia del hijo muerto (había padres cuyo hijo había fallecido); herido debido a accidentes bajo efectos de sustancias, confuso por problemas psiquiátricos y/o internado, los felicitaba por no hacerse cómplices del filicidio social de las drogas.
Siempre, por mi experiencia, que un hijo tiene una enfermedad mental y máxime cuando hay abuso de sustancias los padres pueden iniciar un círculo vicioso de culpa, remordimientos, autoreproches, autopuniciones, autocastigo. Así, aumenta la enfermedad y aparecen melancolías en algunos de los padres, enfermedades psicosomáticas (problemas cardio-vasculares, por ejemplo), en otros casos se puede desatar un cáncer.
Por el contrario, asumir el problema familiar, tratarse y luchar en un proyecto de cambio en el barrio y la ciudad es la salida sana.
Los felicité porque transformaron el dolor y la posible culpa con el “rosario” de remordimientos en trabajo familiar y responsabilidad social.
Los hijos mueren antes que los padres en las guerras, ahí los grandes mandan a los jóvenes a una batalla que puede culminar en un cementerio.
La ley de la vida y las bases mismas de la cultura nos dicen que son los hijos los que naturalmente (por la ley de la naturaleza) entierran a los padres.
En las guerras y en las pandemias de drogas se invierte esta regla universal y son los padres los que anticipan el término del hijo que cae como un verdadero sacrificado.
El filicidio es precisamente el acto en donde los padres biológicos y sociales (maestros, gobernantes, etc.) anticipan la muerte de los menores.
Las formas de filicidio social se enmarcan en el abandono, la tolerancia y aceptación social del consumo de drogas en menores, la venta al “menudeo” de sustancias, el desamparo, etc.
Todos tenemos la posibilidad de reparar, arreglar, diseñar un futuro, un proyecto. Transformar la culpa en un trabajo responsable para mí, mi familia y la sociedad. Entonces me empiezo a curar. Ahí encontré el sentido de las madres del paco en Corrientes. Rescatar el valor de la vida que el consumo de drogas conculca.
Los “padres comprometidos” que es otro grupo motor familiar que surgió luego de una tragedia a la salida de un “boliche” han declarado al alcohol como el enemigo público número uno. También remarqué este hecho. Desde la participación ciudadana se pueden llegar a cambiar los elementos de tolerancia social en relación al consumo de alcohol en menores.
Las sociedades se curan cuando superan la adversidad organizándose. Surge lo que hoy se denomina resiliencia social: agruparse para superar la adversidad.
Tenemos serios problemas: la Argentina tiene el primer puesto en el consumo de psicofármacos y los medicamentos cardiológico están en segundo lugar. En el resto del mundo es al revés.
El problema de la salud mental está al “rojo vivo” ¿lo solucionaremos sólo con psicofármacos y más con auto-medicación?.
En muchas Provincias hay retención en la escolaridad primaria del 95% de los chicos pero desde los 15 años el abandono de la escolaridad secundaria llega al 50%. Ahí los chicos quedan en la calle. Justamente en esa edad sube enormemente el inicio al consumo de drogas.
Hoy necesitamos curar ciudades y “animar” a los grupos de padres a organizarse.