“El  cuerpo grita lo que la boca calla, el pecho aprieta cuando el orgullo esclaviza, la presión sube cuando el miedo aprisiona…”

(Poeta anónimo)

Muchas enfermedades no son malas en sí, nos avisan que estamos equivocando el camino. En la sociedad actual tenemos dolores anímicos que intentamos aplacar o mejor dicho anestesiar con pastillas, drogas, objetos, fetiches, trabajo frenético. Si de caminos se trata nos olvidamos del sendero de la palabra y del atajo de la escucha. Es que en la palabra y la escucha aparece la comprensión de lo que nos sucede y, es quizás,  por eso que “el cuerpo grita lo que la boca calla”. Esta tendencia  a anestesiar dolores buscando distintos artefactos responde al modelo del” hombre técnico” .Hombre técnico pero poco humano para tratar sus dolores. Lo plenamente humano se da cuando la anestesia queda reemplazada por hablar y escuchar incluso pasando por la frustración de aceptar aquello que desmiente mi visión de la realidad. El camino empieza a ser  la utilización de la palabra ante sí mismo y ante otros como testigos. La post-modernidad que nos rodea con fetiches prestigiados olvida a la palabra y al otro como ejes dela resolución de los conflictos y en donde  incluso debemos aceptar que hay circunstancias que nos impiden   conseguir lo que queríamos. Aceptar la esquiva realidad y los límites de lo que puedo tener o poseer es un elemento que  tiene que ver  con  la salud mental. Mientras buscamos “tener” de cualquier manera y la magia de la pastilla o de las sustancias intenta engañar a la realidad nos vamos olvidando que en realidad más que tener hay que ob-tener y obtener es un trabajo en donde la magia del fetiche prestigiado se diluye como una pompa de jabón. La vida es un trabajo y en este trabajo sobre nosotros mismos se nos va la vida.

El hombre técnico es un producto actual. A cada agujero una prótesis, a cada vacío un tapón. Vivimos entre prótesis por eso hay tantos adictos y adicciones al juego, al sexo, a las compras, a la estética, al alcohol, a las drogas, al cuerpo, al trabajo,  etc. Las consultas cotidianas nos traen distintos dolores que se buscaron anestesiar.

ANESTESIAR

Jorge es un médico de 30 años. Brillante en sus rendimientos académicos e intelectuales. En los primeros lugares siempre. Elige una parte de la medicina en donde el stress es permanente como lo es  terapia intensiva. De chico le enseñaron a ser perfecto. Tenía que rendir. En la adolescencia era maratonista y ante los dolores articulares y musculares en lugar del descanso descubre los anestésicos. No podía parar y ganaba…ganaba. Se infiltraba. Pastillas para estudiar. Alcohol para vencer su timidez con las chicas. En las guardias debía estar lucido. Aguantar…aguantar a cualquier costa. Si aparecían dolores del cansancio ahí en el office de enfermería descubrió anestésicos más potentes y que además le aportaban una mayor estimulación. Pero las drogas le empiezan a pasar facturas cada vez más fuertes y una de ellas era precisamente la abstinencia que produce paradójicamente más dolor. Queriendo huir del dolor vuelve al dolor. El experto en salvar vidas en terapia intensiva es salvado por sus compañeros en la propia guardia forzando la puerta de un baño en donde estaba inconsciente por una sobredosis.

CAMINO DEL CAMBIO

Hoy, a la distancia este médico intenta un cambio. Pasar de ser un “mecano” dirigido por sustancias a ser una persona falible, imperfecta y que tiene una salida para yugular sus dolores: la palabra, la escucha y una posibilidad cierta que solo puede darse en el encuentro con el otro y los otros. Ahí está descubriendo sus límites y desde ahí paradójicamente  sus posibilidades ya no omnipotentes. Las drogas, los fetiches y los artefactos  precisamente nos desconectan del otro .Desde que nacemos somos dos con nuestra madre. Solo un delirio nos hace creer que somos Uno y que no necesitamos de nadie. Necesitamos del otro para ser y en realidad el Otro es nuestra justificación  llámese hijo, esposa, madre, una obra, etc.  Somos en la medida que auto-donamos nuestro ser. Las drogas generan la ilusión de que hay un contacto con el otro cuando en realidad nos desconectamos. Así vamos empezando a amar  solo a nuestro espejo. La “salvación “pasa por el contacto con el otro a través del encuentro  mientras que nuestra “perdición” es la adicción a fetiches.

El camino de la enfermedad puede ser el inicio de cambios que necesitamos realizar en nuestras vidas. Ese es quizás nuestra principal tarea.