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HUIR DE NOSOTROS MISMOS
» Creemos dominar y somos dominados».
E. Fromm
Hoy hay una realidad en las clínicas y hospitales que tratan adolescentes con severos trastornos de conducta (alcoholismo, drogadependencia, accidentes por conductas de riesgo suicida, etc.): se busca padre. Madres en pánico acuden al Estado o a una Obra Social o prepaga a buscar una respuesta imposible y difícil : «mi hijo es incontrolable». Podemos imaginar una respuesta sociológica y/o cultural para entender este lamento empezando a ver los cambios que ocurrieron en la sociedad argentina en los últimos años en relación a las organizaciones familiares. Pero ésta no deja de ser una respuesta abstracta. Ella está ahí, sola; a veces sin familiares cercanos (padres, tíos, primos). Cuando preguntamos por el genitor éste parece haberse perdido allá lejos en el tiempo no conviviendo nunca con su hijo biológico; o esta escena dramática y trágica remite a diversos anecdotarios: padre desconocido, abandónico, él también adicto, muerto, ausente por conductas psicóticas.
En un centro de rehabilitación que dirijo el 100% de los jóvenes con trastornos severos de conductas retratan este hueco siniestro en donde se da la falta de padre «adoptante» (porque todo padre biológico es padre cuando «adopta» a su hijo y le cede notas de humanización). Así surge desde la transmisión un proceso de filiación; entonces se hace cierto el dicho de Ortega y Gasset: «el hombre es historia».
Somos historia en el marco de tres generaciones: abuelos, padres e hijos que son las que me hacen humano, o sea libre. Hegel decía que la historia de «todo hombre es la conciencia de la libertad» y la psiquiatría de hoy nos enseña que la enfermedad mental es una patología de la libertad.
Nos vamos haciendo hombres, humanizando, y el auxilio del padre es partero de nuestra libertad. La ausencia de éste, y máxime cuando no es suplida por otros, es un aborto de la libertad y un pasaje más probable a la alienación.
En la Argentina se confunde la caída de la familia patriarcal con la necesidad de que los chicos tengan papá. Es un dolor de la Primera Sociedad Industrial relatada por todos los historiadores e incluso por psicoanalistas de la talla de J. Lacan la pérdida del padre como sostén y complemento de la mujer y garante de un desarrollo sano del hijo. Ahí el padre empieza a alejarse y la mujer queda, entonces, mas sola e incluso violentada. El Estado empieza a aparecer en escena a través de jueces y de un ejército de asistentes sociales protectoras. El hombre paga tributo a la modernización. ¿Dónde quedó aquella imagen de Padre del Renacimiento del Padre Humanista? «Quien enseña a su hijo engendra doblemente» (E. Pasquier-1619); el padre era un transmisor de humanidades y de cualidades. Todo el Renacimiento es una loa a la función paterna superando el esquematismo del patriarca griego, romano, judío y medieval. Progresivamente el hombre desaparece de escena, se autoexcluye y se decreta como un semental. Circula de nido en nido sacralizando su potencia fálica. Pero también se frustra como hombre ya que él no es sólo un genitor poseedor de un paquete de semen. Denuncia en su infantilismo la disolución de sus deberes pero: ¿se puede ser hombre disolviendo las obligaciones? La mujer liberada, en un primer momento, de la carga de una convivencia asfixiante ¿se encontrará mejor en su soledad? El hijo en muchos casos es un testigo que los convoca desde la transgresión, la conducta suicida, el desafío. Miles de niños y jóvenes viven el exilio de los padres. ¿Podrá el Estado resolver este drama de la post-modernidad? La inseminación artificial parece ser un retrato de la actualidad. ¿Para qué sirve un hombre y un padre?