Brújulas y Testigos.  

 “El argentino ocupa la mayor parte de su vida en impedirse a sí mismo vivir con autenticidad»

El hombre a la defensiva. José Ortega y Gasset.

En la vida podemos perder la brújula. El frenesí y el vértigo suplantan a la reflexión y así vamos perdiendo noción de realidad. Cuando vivimos en el vértigo nos vamos quedando sin testigos y “sin testigos nos evaporamos”(J.P. Sartre). El testigo llega a ser nuestro Ego que es solo una alabanza seductora de lo peor de nosotros pero convertido en lo mejor. Existe una brújula en nuestro interior que nos permite tener criterio de realidad. Entonces el fanatismo suplanta a la realidad y en el fanatismo no hay Otro. Los consultorios están llenos de personas que han perdido la brújula y defienden fanáticamente una idea, una droga, el alcohol, etc. La brújula como dimensión de apreciación de la realidad es una consulta permanente con nuestro interior y con otros sobre nuestro lugar en el mundo. El fanatismo en nuestro yo y la no consulta de lo que nos pasa con nuestros testigos en el paso por la vida es un elemento fundamental en la perdida de la brújula. No crecemos sin testigos que al convivir en ese drama continuo de la convivencia se convierten en asesores y orientadores de nuestro caminar la realidad. Solo necesitamos escuchar; algo muy difícil para muchos de nosotros.

Sobre esto José Ortega y Gasset en sus “Meditaciones del Quijote” nos hace reflexionar con la siguiente parábola: “cuenta Parry que en su viaje polar avanzó un día entero en dirección norte, haciendo galopar valientemente los perros de su trineo. A la noche verifico las observaciones para determinar la altura a que se hallaba y con gran sorpresa, notó que se encontraba mucho más al Sur que de mañana. Durante todo el día se había afanado hacia el norte corriendo sobre un inmenso témpano al que una corriente oceánica arrastraba hacia el sur”

En la vida no podemos perder el norte, nuestro norte. Creemos ir hacia un lado y no leemos la realidad y vamos hacia la dirección contraria. La brújula como consultora interior no existe. Vamos lanzados hacia un lado frenéticamente y no salimos del lugar o hacemos todo al revés. Siempre estamos lanzados hacia un proyecto; un amor, un trabajo, una aspiración, la vocación. Pero ese proyecto es lo que aun no somos. Ahí surge la dimensión de la consulta, la escucha. Ortega dice: “el hombre es proyecto, nuestra vida va puesta por nosotros a otra meta”. Pero la vida es esfuerzo de ascensión, y no “el creer que se ha llegado”. Es mejor “el camino que la posada” decía Cervantes. Creer que se ha llegado es casi la muerte o el fanatismo. La aspiración que late en el proyecto es la matriz misma de la vida y la brújula es la consulta permanente en el peregrinar por el camino rumbo al proyecto que somos. Es que somos seres con otros. La escucha es nuestra brújula. La sociedad ofrece “ilusiones”, “recetas” que nos “aseguran” una brújula engañosa: drogas, juego, riesgos; o sea automatismos varios pero la vida es pensamiento, vivencia, escucha, mirar para ver pero siempre con otros. Eso es la intimidad. Poseer intimidad que es nuestro verdadero tesoro. La brújula y el convivir genera la persona autentica que podemos llegar a ser. Sobre esto Ortega nos habla de cómo ve a los argentinos; “en ellos su intimidad no esta allí; lo que vemos es pues una mascara y sentimos el azoramiento acostumbrado al hablar con una careta. No asistimos a un vivir espontáneo. Surge así un hombre siempre a la defensiva. Notamos su falta de autenticidad” y luego dice “el argentino habla por delante de las cosas”.

Como Parry en la parábola de Ortega perdemos la brújula constantemente, como dice la sabiduría popular “nos salta la térmica” o se “se nos suelta la cadena”. Mientras tanto la sordera suplanta a la escucha. Muchas veces creemos adelantar y en verdad retrocedemos.