“no veo la hora de morir…”
(Grafiti en el barrio de Almagro)
El mural me impactó. Cerca estaba una alusión a una droga muy popularizada. Trabajo todos los días con la muerte ya que el adicto en sus múltiples configuraciones clínicas reconoce dramáticamente su imposibilidad de vivir. Primero de vivir sin la droga aunque luego en la tarea terapéutica nos anuncia con dolor su dificultad de sostenerse en este mundo .La salida fue el refugio en una alucinación buscada como ideal. Si…definitivamente la droga es la búsqueda de una alucinación por unas horas. Detrás del placer sin límites buscado surge la huida…el devenir hacia su dependencia muestra que esta fuga es imposible.
Paranoia contra uno mismo
La dependencia, a su vez, nos revela la peor de las paranoias…la paranoia contra uno mismo. Nos vamos aniquilando y previamente aniquilando a otros. Hijos, trabajo, familia.
Hay una triple destrucción en la vida adictiva: a) la neuronal con la caída en el automatismo cerebral limitando la corteza superior o sea el pensamiento y la dimensión simbólica de nuestra existencia; b) la dimensión de nuestra subjetividad expropiada y sujeta a la mercancía prostibularia de los “dealers” que incluso llevan a domicilio el “veneno” de la propia destrucción perdiendo de esta manera lo más preciado que es nuestra libertad; c) hay un singular arrasamiento de la vida familiar en donde la noción de hijo, padre, esposa, madre , etc. pierden toda significación en aras de la compulsión alucinatoria ya que la droga genera un cambio en la noción de valor y el fetiche comprado suplanta la gratuidad de los afectos y vínculos .
Así caemos en la devaluación de transformarnos en ser un mero hombre de mercado y por fin también cae todo el circuito de relaciones sociales, laborales, etc.
Los nuevos desaparecidos
El primer momento de contacto con la sustancia no es de extrañamiento como si lo es al final o sea cuando se depende de la misma. La luna de miel inicial se conjuga con la dimensión de un placer sin límites marcado por el “flash” y en esta fiesta imaginaria se encuentra con otros que comparten la misma felicidad ilusoria. Es el momento de la fiesta con socios especulares que participan del mismo goce. Luego viene la caída…serán meses o pocos años si se continúa con el consumo. Los que “danzaban” junto con él formarán la masa de los múltiples desaparecidos que vagan por las ciudades. Anticipan la muerte como los del grafiti. Mientras tanto caminando por Parque Patricios se me acerca uno de estos nuevos desaparecidos…buscaba dinero para el Paco. Tengo miedo cuando me interpela. En realidad me apena mucha gente. Son los nuevos “sufridos” de hoy. Esto, al mismo tiempo, renueva mi deseo de ayuda y de estudio.
DR. JUAN ALBERTO YARIA
DIRECTOR DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS SUPERIORES EN ADICCIONES Y PATOLOGIAS DEL DESVALIMIENTO SOCIAL