» La adolescencia es una enfermedad que se cura con el tiempo».
D. Winnicot
La promoción de la salud desde pequeños y la detección precoz son las 2 bases que fundamentan la baja de la prevalencia de las enfermedades en la sociedad. Desde las patologías cardíacas hasta el cáncer, promover un estilo de vida sano y la alerta temprana ante los primeros signos de enfermedad son elementos esenciales. En el campo de la adolescencia y la pubertad esto adquiere máxima significación. El adolescente se «enferma» por un triple conflicto; en primer lugar, el que le plantea el crecimiento biológico-hormonal; luego, la tarea incesante de construir una identidad y una personalidad que le permita diferenciarse de los padres y tener un rol sexual, y, por último, lograr una autonomía laboral y vocacional. En todo este proceso evolutivo la angustia es la sombra que sigue el desarrollo de su individualidad.
¿Cómo se expresa el malestar adolescente? El uso de alcohol y drogas es lo más común y quizás lo menos visto, porque lamentablemente hay ya una aceptación social de estos estupefacientes que hace que se «narcotize» el alerta precoz que todos los padres debemos tener. En el estudio científico y terapéutico de la adolescencia se habla de conductas que anuncian una ruptura, una fisura en el desarrollo. Una de ellas es la referida a la alcoholización y al abuso de drogas. Existen otros elementos: robos en el hogar, fugas, precocidad de conductas sexuales, conductas temerarias y de riesgo con vehículos por ejemplo, y, por último, tentativas suicidas que van desde los cortes en el cuerpo (especialmente los brazos) hasta la ingesta de pastillas para autoeliminarse. Como terapeuta de adolescentes podemos ver que si los padres reaccionan con rapidez ante estos primeros signos se contiene un problema que puede avanzar hacia un terreno de cronificación y deterioro.
¿Cómo se expresa este malestar adolescente? Hablamos de cuatro formas de manifestarse: a) el adolescente aislado: se encierra en la habitación y evita tener contacto con los padres; b) el adolescente con conductas oposicionistas y transgresivas: puede llegar a tener conflictos legales y acabar una noche en una comisaría por un problema de violencia callejera; c) rebeldía, especialmente con los padres: le «dedica» a ellos una ropa determinada, el desorden en su cuarto y la resistencia a las tareas domésticas, y d) el que se siente y cree un fracaso: vivencia el rechazo social desde una baja autoestima y desde la depresión.
Estas cuatro manifestaciones son altamente angustiantes no sólo para el joven sino también, y fundamentalmente, para los padres. Acá la orientación a los padres es fundamental, máxime cuando además puede existir consumo de drogas y alcohol. La paciencia y la reflexión son las recetas fundamentales, por eso antes dijimos que la adolescencia era una enfermedad que se curaba con el tiempo. La paciencia necesaria se ve continuamente desafiada por los impulsos (que son una forma de lenguaje del adolescente), el exceso y la desmesura, así como la incapacidad de verbalizar los trastornos del humor especialmente los depresivos.
En otros casos el adolescente está hiperadaptado y parece no tener ningún problema, transformándose en el cuidador o estabilizador del medio familiar, especialmente cuando en la casa hay serias desavenencias o violencia familiar. El hijo está «parentalizado», es el padre de sus padres, máxime si éstos expresan sus problemas de una manera infantil delante de todos. Este equilibrio precario del joven dura poco y luego en él estallan los síntomas.
Ante todas estas circunstancias existen factores de protección familiares que dan al adolescente el punto de partida para superar la crisis: a) consulta a un profesional que esté habilitado para tratar científicamente estos problemas, b) generar un continente familiar que precisamente ayude a elaborar las dificultades evolutivas convirtiéndose la familia en un grupo de pertenencia y de referencia, c) proponer permanentemente un clima afectivo positivo y un nivel de comunicación fluido, así como límites y normas en la convivencia, d) estar en continuo contacto con la escuela y con los rendimientos escolares del joven, ya que el colegio es un elemento contenedor por excelencia en la adolescencia. Precisamente el abandono del colegio es un indicador pronóstico negativo; e) tener en cuenta que aumentan los factores de riesgo en la adolescencia cuando éste se halla en contacto con amigos con conductas negativas y antisociales.
La adolescencia es el pasaje que permite dejar de ser hijo de… para empezar a ser padre de sí mismo (cuidarse) y para luego poder ser padre de otros. Muchos quedarán en el camino y serán eternamente hijos o dependientes de alguna sustancia, una institución, el Estado. No pueden crecer. Son eternos adolescentes.
Por eso nosotros favorecemos la creación de Escuelas para Padres desde distintas organizaciones sociales: escuelas, organizaciones comunitarias, iglesias, centros vecinales. Orientar a padres, darles instrumentos para «tramitar» adecuadamente la crisis adolescente, va a ayudar a potenciar la salud y la detección precoz de enfermedades crónicas e invalidantes.
Dr. Juan Alberto Yaría