“…a veces tenemos que amar a nuestros “verdugos” ” (frase de un paciente en rehabilitación)”.
En muchas circunstancias crecemos en ambientes familiares tóxicos. Jorge vivía la tristeza cotidiana de una madre embebida en la melancolía. Convivir con ella era “tragar” el odio visceral hacia el mundo que ésta le transmitía así como el destino ruinoso de la pareja que había tenido .Años así o sea toda la infancia, mientras tanto el padre estaba privado de entrada pero además privado él mismo de la capacidad de ejercer su función . Ser padre implica también hacerse cargo del hijo incluso rompiendo vínculos psicóticos madre –hijo.
Una de las más difíciles cuestiones en el arte de la psicoterapia es integrar todo el dolor que nuestros propios familiares nos propician, sobre todo, cuando somos niños. Se va originando así una situación con una gran cantidad de odio y resentimiento. Todo esto forma parte de nuestra novela familiar con estigmas que se van desarrollando como un déficit de la auto-estima y una devaluación de nuestro si mismo que nos acerca a distintas formas de angustia e inseguridad.
Todos vivimos rodeados de ambientes tóxicos y de personas tóxicas. Un adulto estructurado sabe cómo protegerse de ellos: quitándoles poder, no formando parte de su red de amistades o contactos, no permitiendo el acceso a nuestra intimidad. Habitualmente la gente tóxica mete miedo o culpa, devalúa permanentemente al otro, intenta y a veces lo logra manipularnos o se siente triunfador cuando su víctima da señales de debilidad, afectación o rendición. Nuestra salud mental se va protegiendo cuando podemos poner distancias de estas personas eminentemente destructivas.
El problema con los chicos es que no pueden defenderse de estas personas. Dependen para la comida, los afectos, las seguridades básicas. El grito, el miedo, los permisos de salida o la violencia verbal o física operan como elementos que utiliza este “verdugo” psicológico.
LA DROGA COMO AUTOMEDICACION
Jorge transcurrió su adolescencia en una privación de figuras gratificantes entre “verdugos” psicológicos y ausencias manifiestas. Creció embotado psicológicamente ya que todas sus capacidades cognitivas (pensamiento, atención, aprendizaje) se detuvieron y enlentecieron bloqueadas por estas fallas en la estructura familiar.
Aprendió a estar solo con la computadora como su compañera y a su vez como” fetiche” tecnológico. Cuando no hay transmisiones de palabras, orientaciones, sentidos y valores el autismo se entrona en su vida cotidiana: déficit de contactos, refugio en la ensoñación y la fantasía. La pobreza afectiva se anunciaba con un dejo de tristeza profunda que embargaba toda la vida de Jorge. Las escasas estimulaciones verbales de su ambiente familiar generaban un refugio en un mundo privado alejado de otros compañeros de su edad.
Así aparece la marihuana que como potente alucinógeno y levemente euforizante que le proporciona, por un momento, una huida de ese mundo gris y sin el colorido afectivo necesario. En la escuela la encuentra y se va “enganchando “progresivamente a tono con su depresión de base. Luego surge lo típico: leve elevación del estado de ánimo al principio .Los pasos sucesivos de los efectos de la marihuana son conocidos: perdida de la motivación con fracaso en los estudios secundarios. Le sigue una mayor depresión para al fin empezar a perder sentido de realidad con alucinaciones y delirios.
A medida que va entrando en dependencia al cannabis (porro) los cambios que se dan en el cerebro (químicos y de la arquitectura de las conexiones en el sistema nervioso) llevan a cambios de conducta manifiestos. Abandona la casa. La calle era su lugar o sea un “no lugar”. Luego llegó la cocaína. Ahí los delirios frenéticos con choques en moto, entradas policiales. Su vida se desbarranca. Clínicas psiquiátricas y tratamientos sin éxito se van sucediendo como una carrera veloz a la cronicidad y hacia una vida malograda.
Afortunadamente el padre entra en escena y todo empieza a orientarse.
RECONSTRUCCIÓN DEL “TSUNAMI”
La vida de Jorge sufrió un “tsunami”. Quedó devastado todo él. La reconstrucción comienza con la entrada en una comunidad terapéutica. Toda la familia con la ayuda de un equipo médico y sin drogas para consumir participan de todos los procesos de recuperación. La desintoxicación fue crítica con noches de insomnio y un rebrote alucinatorio y delirante. Sostenerlo en ese momento fue clave. La presencia del padre fortificando al equipo tratante ante la abstinencia del paciente que buscaba salir fue clave. Esto me recuerda alguna reflexión de San Juan de la Cruz cuando nos dice que necesitamos llegar al estado de NOCHE como una verdadera ascesis y limpieza de la memoria. Luego dice él la memoria se transforma en pura esperanza .Ahí “el recordar se trueca en puro esperar” siguiendo al poeta santo.
Hoy él está reorganizando su vida y su familia ha recuperado un nivel de esperanza nunca encontrado.
Dr. Juan Alberto Yaria
Director General GRADIVA-Rehabilitación en Adicciones.