“… cierta conductas criminales de los adolescentes no están ubicada única y exclusivamente en la conducta interior de la familia: estoy pensando en las fuerzas del barrio, los amigos, en la desorientación moral externa, en la cultura” Braulio Montalvo (esp. En familias USA)
Todos los días en la consulta con adolescentes y sus familias observamos la incidencia de las relaciones barriales en la constitución del problema que me demandan atender. Barrios en donde la venta de drogas es habitual o de jóvenes que conviven en vecindarios en donde se agolpan personas todos los días para comprar sustancias o locales de venta con sus “delivery” ( sabido por todos) mientras los chicos están en la calle ; todos estos son paisajes cotidianos que alteran el desarrollo de un adolescente. El barrio se marginaliza e incluso se ofertan sustancias a los chicos o al mismo tiempo se les ofrecen hacer trabajos de mensajería de drogas. Así van entrando en un circuito de enfermedad crítica.
Hoy para mí tan importante como ver el desarrollo desde la infancia de un joven o tratar de ver sus dinámicas familiares con los elementos de violencia, desamparo o violencia es estudiar la cuadra donde vive, el barrio, a cuanta distancia está la casa de un lugar de venta de drogas o de un circuito marginal en donde la Ley no tiene vigencia. Por eso me interesó la formulación de Montalvo que luego me contó nació de observar jóvenes con problemas de drogas en Harlem.
LOS PERROS DE LA DROGA
Así se llama en un estudio de FOPEA (Foro del periodismo argentino) a los menores y adolescentes que participan de las cadenas del microtráfico de drogas en Córdoba. Los “perros” son los que ocupan puestos de menor relevancia en el contexto del microtráfico de drogas local: dan avisos de movimientos extraños en el territorio, trasladan mercancías, a veces venden. Muchos financian su consumo con el contacto estas estructuras del delito.
En Córdoba 75.000 jóvenes menores de 24 años conviven en barrios donde esa lógica económica predomina. En esos barrios la tasa de homicidio aumenta, así como la tasa de enfermedades mentales (esquizofrenias, trastornos antisociales juveniles). Un vecino comenta: “…el narcotráfico ha ido ocupando un espacio muy fuerte; los narcos buscan a uno para que venda, a otro para que guarde, otro cuida la cuadra (tero)…y a la gente que no pueden captar le van haciendo favores y, por ejemplo, le pagan la fiestita de 15 a la chica, le instalan un bañito; es un mercado y una red social”. Esto también puede pasar en un barrio de la ciudad de Buenos Aires y también en sitios del conurbano (me consta).
Los menores conviven dentro de estructuras sociales barriales en donde el delito es la trama central de las relaciones. La escuela y la familia empiezan a pasar a segundo plano; y aquí recuerdo al maestro Cancrini (psiquiatra italiano y formador de generaciones e especialistas en adicciones): “cuando en un barrio hay muchos adolescentes y muchos traficantes ahí aumenta el consumo de drogas y todas sus consecuencias” (comunicación personal en Méjico 2010).
CUIDAR A LOS MENORES
En la adolescencia dos estructuras están en desarrollo: la identidad (base de la mismidad y de los proyectos futuros) y el desarrollo del sistema nervioso (inmadurez de las estructuras frontales que son eje de la moral y del control de impulsos). Hoy se habla en el estudio de las neurociencias que existe un “cerebro externo” (el Otro en su dimensión de adulto significativo portador de valores y educación para la vida) que ayuda al adolescente en esta tarea titánica de ser alguien. Este cerebro externo interviene en la educación inicial del niño. En la adolescencia esto se da a través de la cultura misma, los valores y la Ley en su dimensión de garante de la vida lo que ayudará al adolescente a ser. Con los kioscos de venta de drogas en los barrios se complica el desarrollo humano de los menores y des sus familias. Parecería que esto estamos en falta.
Juan Alberto Yaria
Director General GRADIVA-Rehabilitación en Adicciones.