A Leandro lo conocí hace unos años y había comenzado a consumir a los 12 años. Una oportuna intervención del Estado me permitió conocerlo cuando tenía 16. A los 10 muere su padre .Dolor enorme porque la madre lo fue abandonando progresivamente. Termina en la casa de su tía casi como un refugio impensado y poco celebrado por ella misma.
El dolor se hace mayor cuando conoce un secreto familiar; su padre consumía drogas y se había suicidado.
Así transcurre una adolescencia con sustancias y sin marco normativo tan necesario para el crecimiento.
La calle es su hogar. Ahí aprende en Saavedra lo peor de la vida. Transas, “dealers”, “pungas” son su compañía. Forma parte de una barra brava del club más conocido en López (Platense) .Las comisarias empiezan a ser su residencia casi habitual.
Una sobredosis lo acerca a la comunidad terapéutica. En Leandro se dieron tres vulnerabilidades que muchos adolescentes pueden sufrir: a. los traumas y abandonos familiares; b. el contacto con drogas en momentos de máximo crecimiento del sistema nervioso lo cual fomenta la dependencia por la falta de sistemas de control y de inhibición de los impulsos y c. la carencia de sostenes culturales como la escuela, la familia y el barrio que son entramados para la emergencia del sujeto libre.
Dos años de trabajo intensivo en el inicio del secundario, el deporte, el contacto con una familia sustituta que lo acogió y el no consumo de drogas lo ayudó .Hoy maneja un taxi y creemos que también su vida.
Juan Alberto Yaria
Director General GRADIVA-Rehabilitación en Adicciones.