“…la clientela del cannabis es la de los desesperados” Baudelaire

Estamos en una epidemia en donde arrasando todo limite corporal y psíquico se desgajan vidas y promesas que quedaron solo en lo incipiente  mientras desde los púlpitos de la “progresía” se pregona el “consumo cuidado de drogas” ignorándose asi nuestras vulnerabilidades  incluso genéticas o de personalidad o familiares o sociales y así podemos seguir hasta incluso  abolir, también, en fin a  nuestro sistema nervioso que no fue precisamente educado para absorber drogas.

No somos “homo sapiens” como nos enseñan los manuales de Filosofía sino “homo incipiens” al decir de Ortega y Gasset o sea una promesa, una apuesta a lo excelso, a lo santo, a lo genial, a la gran humanidad o por el contrario la frustración de este futuro cayendo en la muerte prematura, la insignificancia de una vida dedicada a “fetiches” que serían la materialización de un vacío que no podemos colmar con palabras, sentidos, relatos, o sea con cultura. La droga entra ahí; es el fetiche que te prometen desde los narcos hasta los nuevos feligreses de la progresía de la cultura en donde desde un supuesto discurso de izquierda se cae en el “conservadurismo” más extremo.

La cocaína y sus sucedáneos la efedrina metida en pastillas mezcladas con alucinógenos , las meta-anfetaminas superadas con distintas hierbas en sus mezclas diseñadas desde los paraísos mejicanos o de la frontera americana por distintos “Breaking Bad” llegaron a nuestras tierras y prometen el Paraíso o sea la superación de todo límite. Un paciente me decía en una silla de ruedas que cuando la probó por primera vez sintió “…esto es el Paraíso”. Superó los límites pero el cerebro con su accidente vascular lo sujetó a un límite de por vida. El narco y la cultura “progre” con sus múltiples acólitos y monaguillos promete la superación del límite que marca cada instancia vital. Solo “no hay que pasarse” nos recomiendan desde el púlpito. La omnipotencia triunfa sobre el límite. Desconocen el papel del límite en el cerebro que son los centros de control de impulsos que quedan dañados por el consumo. De ahí al descontrol hay un solo paso y el adicto es des- control. Un paciente me decía:”…ya ni 20 grs. me alcanzan” luego de una crisis cerebral que lo llevó a terapia intensiva.

Muchos hoy lo hacen como ese  médico de terapia intensiva que  recuerdo cuando sus compañeros lo trajeron a Gradiva encerrado en un baño casi inconsciente. Sigue la enfermera que en su afán de estar “lúcida” y de apagar el dolor del límite que es la muerte usa anfetaminas. Lo continua el anestesiólogo mimetizado con los anestésicos  que da a su paciente (gremio junto con los cirujanos de mayor consumo) y tratando de seguir operando superando sus fuerzas físicas. Se calcula que el porcentaje de enfermeras y médicos adictos al alcohol o a las drogas en Estados Unidos va de un 10% a un 14%, un porcentaje similar al de la población en general. En nuestro país seguimos el mismo camino.

VOLVER A LA PALABRA

Quizás debemos volver a la verdadera  filosofía por que como nos enseñaba Karl Jaspers  (figura de la psiquiatría y la filosofía del siglo XX) desde la Alemania donde fue perseguido en la época de Hitler de “no aceptarse el limite el hombre se pierde a sí mismo, cae en el falso encadenamiento de las ilusiones cualquiera”.  Heidegger nos decía que no podemos huir de la circunstancia como el ser ahí que nos acompaña como sombra todos los días ; es imposible huir nos dice  y si lo hago aniquilo mi propio ser .La droga intenta hacer posible esta huida. Así el hombre renuncia a ser “homo incipiens” o sea renuncia a sus posibilidades como nos enseñaba Ortega. Y así surge en términos de otro grande de la filosofía  del siglo XX y XXI Edgard Morín el “homo demens” (el bárbaro) que reemplaza al “homo sapiens” y al “homo incipiens”( el hombre como posibilidad infinita). Llegamos así a ser un anónimo, vamos perdiendo nuestra identidad y desde el “barra brava” hasta los post-modernos miembros de las diferentes manadas en discos, bolsas de acciones, oficinas  o en los distintos aguantaderos alimentados por “dealers” con sus “delivery” a la mano en domicilio.

Tiempo de crisis de los lenguajes del encuentro en la vida familiar, de las intimidades profundas, de los reinos de lo inauténtico en la fachada de los múltiples personajes que tenemos que representar como una obligación. Tiempos de vacío .Lo hace el camionero para llevar la mercadería. El representante de bolsa, el policía que negocia con un joven adicto una dosis para salvarlo, el cirujano para despertarse para otra operación , el cantautor para hacerlo mejor, el joven aprendiz de guitarra para mejorar su condición , el “plomo” para seguir la gira de varias horas en las noches de concierto, el camarero y el mozo que además toman el “taco” que queda de la botella , el recolector de basuras en su sitio antes de trabajar, el concejal o el diputado o el senador para representarse mejor en el “espejito” de la televisión que lo reflejará, el periodista para ser más incisivo y con una capacidad de réplica pero por supuesto sin comprender al otro y sin escuchar. Lo hace la prostituta que además ofrece a su parte-naire un poco como parte del precio. Podemos seguir así. Son tiempos de epidemia.

Volvamos a la filosofía porque ahí está el sentido y el lenguaje que es lo que nos salva del vacío; y nos enseñaba Octavio Paz:” después de miles de años de filosofía y religión quedamos a la intemperie en la era del marketing y la tecnología; esta ausencia de filosofía es el germen de la intemperie masiva”. El narco llena esta inermidad simbólica y la “progresía” aplaude este momento.

Mientras tanto la epidemia avanza y seguimos echando “nafta al fuego”. O como nos decía Baudelaire que podemos esperar si “la esperanza solo se encuentra en la botella”.

DR JUAN ALBERTO YARIA
DIRECTOR GENERAL GRADIVA-Rehabilitación en adicciones