«No te pregunto de qué eres libre sino para qué eres libre» (Nietzsche). POR JUAN ALBERTO YARÍA 24.06.2019
El consultorio de emergencias adictivas en Gradiva y la crónica policial y judicial cotidiana de los problemas de hoy nos enseñan que hay que poder escuchar lo que sucede. Esto nos permite pensar aunque a muchos esto les resulta difícil y máxime cuando se está atado a ideologías o prejuicios que se anteponen ante el índice de realidad que nos muestra esa «roca» imposible de eludir pero que sucumbe ante el peso de las fantasías y de la negación de lo que va acaeciendo.
Por algo Sigmund Freud llamó en su momento al principio de realidad «coeficiente de adversidad». Es lo adverso y lo que contraria nuestro Ego o lo que quisiéramos que sucediera.
EL UNIVERSO DE LOS «NADIES»
Jorge se presentó hace unos meses como un consumidor de «nevado» (marihuana con cocaína fumada). Tiene 19 años y consume marihuana desde los 12 años con imposibilidad de estudiar. Su consumo fue en aumento con ácidos lisérgicos, cocaína y alcohol mezclado con benzodiacepinas. Es un joven típico del conurbano de clase media. Al final encontró una actividad que cumplía con todas sus aspiraciones adictivas. Hacía «pintadas» para organizaciones políticas que le ofrecían como pago dinero o cocaína. Por supuesto el elegía cocaína. Su hermano y su padre también consumen.
Hay una Ley familiar en donde el consumo de marihuana es aceptado siempre y cuando no se falte al trabajo. Me comenta que marihuana va a seguir fumando y nunca la va a abandonar. No tiene noción de riesgo y de las consecuencias del consumo a pesar de varias internaciones que fracasaron y de tratamientos ambulatorios imposibles de ser cumplidos por él debido a sus crisis de abstinencia y al anhelo permanente de consumir. Ya de tan joven tiene aquello que llamamos «anosognosia» (incapacidad de reconocer que está enfermo) por un déficit neurológico en donde hay una alteración de los funcionamientos de los lóbulos frontales y temporales y de todas las áreas de conexión asociativa del sistema nervioso. Esto se liga a esta afección le impide tomar conciencia de sí mismo y del otro (destrucción de la empatía). Desde hace años es un «mutante» en búsqueda permanente de drogas y alcohol.
Parece ser un prototipo del paciente de hoy con tres características relevantes:
1. Politoxicomanía activa (varias drogas lo llaman permanentemente sin poder frenarse).
2. Un contexto familiar y social que aprueba y promueve el consumo eludiendo cuidados básicos de la salud y especialmente en la adolescencia cuando existe una vulnerabilidad máxima del sistema nervioso y de la personalidad. Además, varios consumen en el núcleo familiar. Es un «postre» cotidiano de varios en la mesa familiar, cuando ésta existe.
3. Se genera así un «nuevo crónico» juvenil que vaga por hospitales y clínicas y en donde los tratamientos son solo un «limpiarse» sin que nada de él haya cambiado. Este fenómeno es masivo en ciertos circuitos sociales configurándose una epidemia en donde estos «mutantes» forman el llamado circuito de los «nadies» vaciados ya de identidad o sea de mismidad.
EL HUNDIMIENTO FAMILIAR
Una madre llora en un programa de televisión de la tarde. Han matado a su hijo en una reyerta con un vendedor de drogas. El asesino va a tener una condena de 25 años. Ella lo abraza y lo perdona. Los periodistas le preguntan por qué hacía eso y ésta les dice dos cosas fundamentales: La Justicia le dará muchos años pero necesito perdonarlo porque tengo que sanarme ya que tengo tres hijos más en carrera adictiva. Si estoy llena de venganza y odio eso me consume a mí y no puedo luchar por mis otros hijos.
Sus otros hijos son por lo que describía «jóvenes» crónicos que no aceptan voluntariamente tratamiento y que cuando acuden a los centros, los profesionales no los aceptan porque la mayoría no atienden involuntarios que hoy es como no atender adicciones por el grado de penetración social de la epidemia y las crisis de los sistemas de contención.
Es un fenómeno importante en la actualidad el consumo familiar entre grupos de hermanos o de padres e hijos. Esto hace que la vida familiar sea una transgresión continua y que los límites generacionales no existan. Nadie puede ser garante de un tratamiento porque todos forman parte de un pacto de silencio y de complicidades.
LOS JOVENES «CRONICOS»
Tienen ciertos rasgos que hacen dificultoso su tratamiento: en principio no desean tratarse, aman con fervor lo que los destruye, la droga es su tratamiento y tienen la ilusión de un consumo controlado precisamente de aquello sobre lo que no tiene ningún control. El deseo del equipo que lo trata es fundamental. Es un desafío hoy. Si ocultamos esto y no actuamos activamente con la ayuda de recursos judiciales o de las obras sociales llegaríamos a cometer aquello que hoy en el mundo médico-psicológico se llama «escotosis» o sea de ceguera profesional en adicciones y alimentaríamos la epidemia. La adicción resulta ser una patología de la libertad y la voluntad ya quedó adormecida.
* Director General Gradiva – Rehabilitación en adicciones
Juan Alberto Yaría
* Director general de Gradiva – Rehabilitación en adicciones