POR JUAN ALBERTO YARÍA 26.08.2019
Por Dr. Juan Alberto Yaria *
Las historias de vida de nuestros pacientes parecen ser una imagen anticipada del «infierno», pero en la Tierra. El pensador francés Edgard Morin hablaba de estos tiempos como de una «megabarbarie organizada» en donde se conjugaban en este tiempo tres componentes: individualismo (caída de la noción de comunidad); «errancia» de los amores (vínculos líquidos y de utilización del otro como mero objeto mostrando la «agonía» del amor humano) y la masificación de las drogas.
En nuestra tarea cotidiana en los consultorios, muchas veces, el «infierno» parece estar cerca y más cuando tratamos adicciones que nos confrontan con la visión de lo que puede llegar a pasar (nuestra experiencia clínica nos va guiando) en ciertas situaciones críticas pero que, al mismo tiempo, no podemos detener porque no está en nuestras manos hacerlo o porque no nos dan la autoridad para remediarlo. Aparece ahí la visión del «infierno» terrenal junto a la megabarbarie.
Dijo una vez Italo Calvino (1923-1985): «El infierno de los vivos no es algo por venir, hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos, aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizajes continuos, buscar y saber quién en medio del infierno no es infierno, y hacer que dure y dejarle espacio».
«Infierno» terrenal de Calvino y Megabarbarie organizada, según Morin, en estos tiempos líquidos abonan el desamparo de miles y la muerte anticipada con las drogas como arma letal (economías enteras viven de esto) y familias casi inexistentes que impiden por sus propias falencias una educación para enfrentar estos tiempos de inermidad y violencia homicida despeñando a muchos al abandono.
FAMILIAS SOLO NOMINALES
Hace cuatro años conocí en un centro psiquiátrico a Jorge, de alrededor de 30 años, internado por una crisis psicótica por consumo de estupefacientes. Todo había comenzado en el desierto mexicano cuando, a los 12 años, empezó a consumir alucinógenos. El corolario fue un desorden psicótico marcado que siguió con una internación de 6 meses en una comunidad terapéutica europea. El desorden familiar expresado en la falta de límites era muy visible en esa edad porque no podían asegurar un mínimo continente normativo que lo alejara de amistades en contacto con las drogas.
Así su vida va transcurriendo con el consumo de distintas sustancias quedando Jorge al cuidado de su madre mientras el padre estaba en otro país y el recuerdo de su hijo era solo una cuota pagada religiosamente. Era lo que hoy se denomina una «familia nominal». Están, hay una heladera llena, el ausente pasa dinero… pero todo el horizonte de amor, límites y valores (base de un crecimiento sano) luce también por ausencia.
A los tumbos el joven crece y establece pareja en Europa con una chica. Tiene un hijo, es padre, pero no puede cumplir la función parental. El también abandona. Se afirma ahí un consumo aún mayor. La paternidad implica el desarrollo de una función simbólica para la cual no estaba preparado. Puede ser padre biológico…pero no padre adoptante y orientador de senderos y de acompañamiento a la madre en su función de transmisora de la ley de la vida.
Desde que lo conozco un fin de año del 2017 se genera un «tira y afloje» con la madre para que avale una internación en una comunidad terapéutica y habilite una intervención de un juez para que pueda hacerse un tratamiento con garantías de un resultado a pesar de las dificultades de tantos años de consumo y, por ende, de deterioro. Ahí aparece la saga criminosa que culmina con la muerte del paciente al final.
Durante cuatro meses el paciente entraba y salía de centros psiquiátricos para luego intoxicarse otra vez y terminar en terapia intensiva. Conoce así distintos centros de terapia intensiva y varias clínicas psiquiátricas. No podía frenar la compulsión a drogarse. Descontrol… compulsión (idea obsesiva) e impulsión acompañaban la danza del inyectarse con cualquier droga y culminar con distintos cuadros infecciosos a punta de entrada por vena.
Mientras tanto la madre permanentemente me llamaba y yo le repetía casi inocentemente que nos habilitara a nosotros y a un juez para intervenir y al mismo tiempo le volvía a decir que Jorge tenía riesgo de vida y que la ley de la transmisión de la vida pasaba (como siempre con nuestras madres) por ella. La negativa de ella y la solicitud del paciente de «vivir su libertad» (para morirse) se daban la mano. Finalmente murió.
PACTOS CRIMINOSOS
Ahí comprendí como la pulsión de autodestrucción del paciente se daba la mano con el pacto criminoso familiar. El pacto criminoso es un filicidio, buscar activamente la muerte del hijo de diversas maneras: abandono, falta de límites, renegar de la función del otro progenitor o incluso descalificarlo permanentemente, no prevenir situaciones de riesgo, habilitar consumo de drogas en edades infantiles o puberales, etcétera.
Es como tal un delito que consiste en atentar contra la vida y que es cometido por un genitor (padre/madre) hacia un menor hijo propio. El término deriva del latín «filius» que significa hijo.
Cuando hay consumo de drogas es todo más sutil. Habitualmente se habla de matar a un hijo de una manera cruenta. En las drogas lo incruento es lo que todos los días desde el «reloj del inconsciente» de los padres se va perpetrando. Es la crueldad realizada con la impostura farsante e hipócrita de la lentitud del goce sádico.
Al final Jorge murió. Solo utilizaban centros psiquiátricos como meros «lavaderos» o «tintorerías» para una desintoxicación, pero nada de lo que le pasaba al paciente se resolvía y tampoco lo que le pasaba a su familia.
EL FILICIDIO
¿A quién va matando lentamente el padre o la madre cuando ejecutan al hijo? A una figura de su propia infancia. No pude estudiar la historia familiar de esta madre que me anunciaba día a día la cantidad de neuronas menos que tenía su hijo, pero seguramente la historia de ella con sus propios padres como también la del padre estaba muy comprometida.
El hijo que muere resultaría ser la representación de nuestra propia infancia, crisis no superadas de los padres con sus propios padres. Por algo en todos los libros sagrados de todas las religiones se dice que los hijos, lamentablemente, pagan las faltas de los padres.
* Director General Gradiva – Rehabilitación en adicciones
DESTACADO:
«»Las drogas son la cara moderna del filicidio como lo son las guerras…ahí mueren los hijos»». Claude Olivenstein.
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En nuestra tarea cotidiana en los consultorios, muchas veces, el «infierno» parece estar cerca.
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Dijo una vez Italo Calvino: El infierno de los vivos no es algo por venir, hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días»».
Juan Alberto Yaría
* Director general de Gradiva – Rehabilitación en adicciones