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«…Ser un niño no querido, ser pasado de una persona a otra en los primeros meses de vida, predispone a la enfermedad antisocial». (D. Winnicott)
POR JUAN ALBERTO YARÍA 01.01.2023
«…Ser un niño no querido, ser pasado de una persona a otra en los primeros meses de vida, predispone a la enfermedad antisocial». (D. Winnicott)
Venimos anunciando desde estas columnas las consecuencias de una sociedad des-familiarizada y fundamentalmente desvinculada. Consecuencias en el campo de las patologías sociales y en el crecimiento de sociedades paralelas y delictivas.
Nos preguntamos, entonces, por la antisociabilidad creciente en menores. Uso de armas, consumo de drogas, abandono de la escuela, familias en disolución o abandónicas. Se está preparando una generación crítica que finalmente quedara institucionalizada en centros carcelarios, clínicas de rehabilitación o psiquiátricas o la calle como destino final.
Es común observar hechos clínicos en adolescentes e incluso en púberes que cuando los padres no pueden conducir un proceso adolescente crítico y lo abandonan a su propio destino -habitualmente es el deterioro y el suicidio -y vagan entonces en la calle o cuando aquellos tienen dinero le alquilan un departamento y el 911 los llama luego de quejas de vecinos por el consumo voraz de drogas y hechos lindantes con actos autodestructivos, la violencia, etc.
En estos medios familiares observamos la permisividad con respecto al consumo de marihuana y alcohol y se tratan de negar los primeros eventos traumáticos ligados a este consumo.
En realidad, todo esto, es una forma manifiesta (habitualmente inconsciente) de abortar la autonomía adolescente ya que esta libertad de maniobra es solo un peaje a la esclavitud y la imposibilidad de alcanzar una verdadera libertad.
Dejar de ser «hijo de» para para empezar a ser «padre de sí mismo» (logro de un cierto autocontrol ligado a un proyecto de vida y al encuentro con la vocación) y luego poder ser «padre de otros» (germinar en otros desde un hijo, hasta una obra, etc.) es todo un tránsito hacia una cierta madurez y libertad.
La adolescencia es clave para todo este proceso de crecimiento emocional en donde el descubrimiento del sí mismo, la elaboración de un esquema vital y la elección de valores que amplifican un mundo hacia la libertad y el futuro y para todo esto hacen falta modelos (padres, maestros, profesores, libros, lideres, contextos culturales, etc.). Hoy surgen agujeros, vacíos de modelo identificatorios o «antimodelos» como horizontes de vida.
Todo este tránsito puede tener dificultades. Ausencias significativas en la infancia, abusos, duelos, violencias; abandonos en la adolescencia, uso de drogas y por fin en lugar de la libertad deseada aparece la esclavitud conseguida.
ABANDONOS AFECTIVOS
Hay padres o madres que «matan» a sus hijos todos los días o hijos que son huérfanos aun teniendo padres. Los títulos de la crónica policial así lo testimonian, pero también la muerte surge del abandono cotidiano. La calle como lugar patológico y lo antisocial se dan la mano entonces como consecuencia de esos abandonos. La historia de la humanidad al mismo tiempo testimonia estas aberraciones. Federico II Hohenstaufen (1194-1250), emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y nieto del famoso Federico II Barbarroja, fue llamado en su tiempo `stupor mundi’ (estupor o pasmo del mundo) por sus raras, profundas y excéntricas cualidades que escandalizaban a su entorno y se le ocurrió como máximo Emperador de su Ego, construir una ciudad en donde los niños que nacieran no recibieran ninguna palabra, nadie les debía dirigir la palabra, los aleja de sus familias, los alimenta, los viste, pero nadie les debía hablar.
El experimento social que su narcisismo imponía era averiguar que lenguaje iba a surgir de esos niños. No solo quedaron mudos, sino que todos murieron. Federico II pensaba que iba a surgir una «lengua natural» cuando el lenguaje en realidad y el sí mismo se basa en una relación humana. Las criadas que se ocupaban del cuidado de los niños no debían hablarles ni establecer ningún tipo de gestualidad o comportamiento que pudiera interpretarse de un modo afectivo o emocional por los bebés.
Él pensaba que, sin influencia humana alguna, el lenguaje surgiría espontáneamente, y los niños hablarían (suponía él) hebreo, sin que nadie se lo hubiese enseñado. El resultado fue desastroso, murieron todos los bebés sin excepción, ninguno pudo siquiera alcanzar los tres años de edad.
La vida está basada en el vínculo que se establece entre la palabra que esta mediada por un «holding» o sea un sostén afectivo. La vida surge de una «nutrición» emocional en donde el deseo del otro nos constituye y nos perfecciona como personas.
Paul Watzlawick, uno de los fundadores de la terapia familiar toma esta experiencia de Federico II para mostrar la necesidad de la interacción vincular y amorosa. Esto adquiere relevancia hoy ante la ausencia de figuras significativas en la primera infancia.
Por otra parte, Boris Cyrulnik neurólogo y psiquiatra de nota narra y estudia las consecuencias patológicas del experimento social que realizó durante la vigencia del orden comunista en Rumania Nicolas Ceausescu como máxima autoridad del país. Armo hogares en donde los niños eran separados de sus padres y se los adiestraba en el culto a su personalidad.
Cuando culmina esta experiencia en 1989 a la caída de Ceausescu, entonces Cyrulnik encuentra en esos hogares patologías autísticas y trastornos severos del neurodesarrollo. Volvió a sus tierras y armo sistemas de vinculación amorosa y logro cambios en el desarrollo. El vínculo familiar es la «vitamina» fundamental del desarrollo.
Este experimento de Federico II de tan fatales consecuencias despertó el interés del famoso psicoanalista René Spitz que en los años 40 estudia a fondo todas las consecuencias de las privaciones emocionales de los primeros momentos de vida del ser humano, comprobando cómo con una privación emocional parcial se generaba un bloqueo afectivo, malestar, ansiedad y miedo provocados por el carácter impersonal y neutro de los cuidados recibidos. Se reducen las posibilidades para desarrollar sus expresiones mímicas, sus actitudes de comunicación, la comprensión de situaciones y la conciencia que podría adquirir de sí mismo y de los otros.
Con una privación emocional total (cuando hay una absoluta carencia afectiva), por ejemplo, en los niños que son entregados a un orfanato, puestos a los cuidados de niñeras (previo destete) que atienden a 10 niños a la vez dándoles solo los cuidados básicos (higiene y alimento), sobrevino primero una depresión anaclítica (o síndrome de «hospitalismo»), y después del tercer mes se acentuó el retraso motor, la pasividad total, el rostro sin expresión, sin coordinación ocular y redujo el nivel mental a un 45% de la capacidad normal.
Hoy podemos decir que el «hospitalismo» de los 40 en donde el niño era abandonado en una institución se puede dar en la propia casa; sede fundamental del abandono junto con la «vida de calle» y como sede fundamental de la socialización patológica.
El retraso motor les imposibilitaba darse la vuelta en la cama; los que llegan a alrededor de los tres o cuatro años, no hablan, no se pueden poner de pie y generalmente no caminan. El porcentaje de mortalidad es alto, el deterioro es progresivo en proporción a la cantidad de tiempo de carencia, se detiene el desarrollo de la personalidad, por no tener relaciones objetales (relación con el otro, primeramente, con su madre) el niño no puede descargar los impulsos agresivos y los deposita en sí mismo (no asimila la comida), se dan situaciones autoagresivas.
Estas cuestiones son indicativas de la importancia de la expresión emocional y del afecto a través de la comunicación oral y del comportamiento no verbal, no solo para el adecuado desarrollo personal y social si no para la adaptación al medio e incluso para la supervivencia del ser humano.
Hoy parece ser época de orfandades afectivas con consecuencias severas cotidianas.
- Director General Gradiva – Rehabilitación en adicciones.
Juan Alberto Yaría