Default humanístico
  • POR JUAN ALBERTO YARÍA
  • 02.07.2023
Las nuevas guerras: fentanilo

Los Estados Unidos en diferentes estados vive bajo la sombra de miles de zombies esclavizados por el consumo de fentanilo. Es un opioide que con solo dos miligramos, equivalentes a unos granos de sal, puede causar una sobredosis mortal. Las tasas de sobredosis de 2016 a 2021 (80 mil muertos en 2021) se multiplicaron por tres en norteamérica. Llega a 22 de cada 100 mil consumidores de drogas.
El fentanilo representa aproximadamente dos tercios de todas las muertes por sobredosis de opioides en los Estados Unidos. En 2022, en California se incautó suficiente fentanilo para matar a la población de América del Norte dos veces; es cien veces mas potente que la morfina y 50 veces más potente que la heroína.
San Francisco, orgullo en su momento de los Estados Unidos, hoy luce en muchos de sus barrios una marginalidad con “zombies” que vagan como “nadies”. La ciudad tecnológica, en alguno de sus parajes, está mutando en una “sociedad de muertos vivos”. En esta ciudad entre enero de 2021 y noviembre de 2022 se registraron casi 1500 muertos por sobredosis. La policía paradójicamente fue desfinanciada y surgen grupos de padres y ciudadanos protestando por esta matanza desigual. La corrupción es denunciada ante tanto dinero espureo en juego.
 

MINIMIZACION DE LOS DAÑOS
En general, el gran movimiento económico que esto genera, o sea la plusvalía a costa del deterioro de miles, se sustenta también en una politica sobre adicciones en donde se minimizan los riesgos. Consumir drogas libera, desde un paradigma cultural, cuando en realidad esclaviza. La cultura de falta de prevención y la reducción de los sistemas asistenciales se une a una debacle cultural de normas y valores que fomenta el consumo como si fuera algo que no tiene riesgos.
Se ignoran los daños cerebrales y los llamados lugares en los Estados Unidos de “consumo controlado” se transforman en lugares de consumo “descontrolado”, precisamente porque los lugares de control cerebral (lóbulo frontal especialmente se hallan dañados).
El ciclo tiene un cierto ritmo: placer artificial que los hace sentir “dioses”, sufrimiento por abstinencia, depresión para después volver a consumir, vacío luego de reiterados consumos, placer inicial que ya no existe más y al final la muerte precedida por un andar declinante, pensamientos psicóticos, alucinaciones que los atemorizan o los lanzan paranoicamente contra otro. Un mundo de locura es el que se fabrica.
Hay dos mundos. Los que pasan y miran para otro lado o cruzan de vereda y las múltiples carpas en donde yacen moribundos “a punto de un tiro del final”, como diría sabiamente nuestro tango (aunque la letra dice: “ni siquiera te sale tel tiro del final”, acá sí).
LAS GUERRAS DEL OPIO
Todo vuelve en la vida. El siglo XIX fue el escenario de las llamadas “Guerras del opio” en donde Gran Bretaña llena de adictos a China y esto, ahora, parece retornar con el hundimiento de los Estados Unidos con la invasión del fentanilo (opioide) que transforman a ciudades de diferentes estados como por ejemplo California, Nueva York, en verdaderos “cementerios” al aire libre.
El fentanilo es una industria en crecimiento en la debilitada economía de China. Los sindicatos del crimen y los bancos chinos prosperan en el lavado de dinero global que facilita el tráfico de drogas con Occidente.
Las exportaciones chinas cayeron un 15 por ciento el año pasado, y los principales mercados para los productos chinos están en recesión o cerca de ella. El desempleo juvenil en China es de alrededor del 20 por cient, y las finanzas de los consumidores se han visto socavadas por la caída de los rendimientos inmobiliarios.
Las guerras del opio o las guerras anglo-chinas fueron dos conflictos bélicos que ocurrieron en el siglo XIX entre los imperios chino y británico. La primera duró entre 1839 y 1842. La segunda, en la que Francia se implicó con los británicos, estalló en 1856 y duró hasta 1860. Sus causas fueron los intereses comerciales que crearon el contrabando británico de opio en la India y en China y los esfuerzos del gobierno chino por imponer sus leyes a ese comercio.
La derrota china en las dos guerras forzó al gobierno a tolerar el comercio de opio. Gran Bretaña comenzó a exportar ilegalmente opio a China desde la India Británica en el siglo XVIII para contrarrestar su déficit. El comercio del opio creció rápidamente, y el flujo de plata comenzó a reducirse. El emperador Daoguang prohibió la venta y el consumo de opio, en 1829, a causa del gran número de adictos.
Lin Hse Thu (emperador) envió una carta a la Reina Victoria pidiéndole que respetara las reglas del comercio internacional y no comerciara con sustancias tóxicas: “…pero existe una categoría de extranjeros malhechores que fabrican opio y lo traen a nuestro país para venderlo, incitando a los necios a destruirse a sí mismos, simplemente con el fin de sacar provecho. (…) ahora el vicio se ha extendido por todas partes y el veneno va penetrando cada vez más profundamente (…) Por este motivo, hemos decidido castigar con penas muy graves a los mercaderes y a los fumadores de opio, con el fin de poner término definitivamente a la propagación de este vicio. (…) Todo opio que se descubra en China se echará en aceite hirviendo y se destruirá. En lo sucesivo, todo barco extranjero que llegue con opio a bordo será incendiado (…)”.
Los británicos comenzaron a producir opio a mediados del siglo XVIII en la India en cantidades significativas. Aprendieron el arte de los mogoles, quienes comerciaban con esa sustancia al menos desde el reino de Akbar (1556-1605), e iniciaron su intercambio por plata en el sur de China.
Las exportaciones de opio de los británicos crecieron vertiginosamente, de aproximadamente 15 toneladas en 1730 a 75 toneladas en 1773, embarcadas en más de 2000 cajas con 70 kg cada una. Sobre estos escenarios se estructuran las históricas “guerras del opio”.
Desde la apertura de la economía de China, bajo Deng Xiaoping en 1978, el crecimiento ha sido el resultado de la vitalidad demográfica, la inversión masiva en obras públicas, un sector inmobiliario en auge, un superávit de comercio exterior sostenido y la inversión de Occidente en instalaciones de producción y transferencia de tecnología asociada. Un aumento en la deuda pública y privada es el legado del auge de la inversión.
 

LA CRISIS DE LA COVID
En el momento de la crisis de la covid, estos motores de crecimiento se habían erosionado o revertido en gran medida.
Hoy, Beijing necesita urgentemente la inversión occidental para evitar un mayor declive. Las finanzas del gobierno se han debilitado en medio de la crisis inmobiliaria, lo que hace que los proyectos de obras públicas de alto costo sean más difíciles de financiar a nivel nacional. Las exportaciones chinas cayeron un 15 por ciento el año pasado, y los principales mercados para los productos chinos están en recesión o cerca de ella. El desempleo juvenil en China es de alrededor del 20 por ciento, y las finanzas de los consumidores se han visto socavadas por la caída de los rendimientos inmobiliarios.
Un sector de crecimiento ha sido el comercio de fentanilo con Occidente y la participación de los sindicatos del crimen y los bancos chinos en el lavado de dinero global que facilita este negocio.
Aquí hay una descripción general simplificada de cómo los productores y lavadores de dinero con sede en China trabajan con las redes del crimen organizado en México y Europa. Los proveedores en China envían componentes químicos para fabricar fentanilo a laboratorios en México donde se elabora la sustancia terminada.
El producto final se traslada por diversos medios a los Estados Unidos y otros lugares, a menudo mezclado con otros opioides. Luego se vende a los usuarios finales a cambio de dinero en efectivo por redes que a menudo están controladas por ciudadanos chinos .
Se inaugura una red de lavado de dinero que sirve para las inversiones inmobiliarias y también para el financiamiento de estructuras partidarias en múltiples lugares del mundo. Incluso, muchos ciudadanos chinos se ven beneficiados porque el Estado limita el movimiento de yuanes. Hay una incidencia baja de consumo de fentanilo en la Argentina. Trabajemos con más fuerza para la libertad conculcada por la esclavitud del consumo de opioides y de otras drogas.

Juan Alberto Yaría

* Director general de Gradiva – Rehabilitación en adicciones