«La familia es el único y último refugio ante la crisis actual».T. Parssons

Un paciente me decía: «Sólo quiero un padre, ni sé dónde vive, sólo tengo su teléfono móvil». Al mismo tiempo casi en un llanto que era una demanda me decía “… ¿cómo hago para vivir? «.
Todo en la post-modernidad se ha territorializado, nada tiene estancia fija incluso la paternidad. Pero si Internet puede funcionar con banda ancha y no tiene un sitio fijo más que en el espacio virtual; mientras tanto, un padre no puede ser virtual. Este parece ser el reclamo del paciente y que resume hoy el dolor de muchos. Hoy nos cuesta estar presentes, convivir. Esto trae luego síntomas en el que tendría que estar y no está y en el que debería recibir la presencia.

El que abandona parece ser un fugitivo ansioso y que en determinados momentos de balance de su vida el cuerpo pasa su factura a través de una enfermedad grave o la mente lo lleva una melancolía que puede hacerse dolor psicológico en el mejor de los casos o accidente fatal en un descuido que delata el autocastigo que lo persigue.

El abandonado, si no se encuentra con otra figura significativa que suplante lo perdido, variará entre mortificaciones varias: trastornos de conducta, drogas y alcohol, odio a la autoridad (una paciente me decía: «quiero matar a un policía»), auto odio (germen de todas las enfermedades); hoy muchas de estas vidas culminan en una sala del Muñiz de infectología por VIH, en el presidio o vagan en servicios para toxicodependientes o en institutos de menores.

FAMILIAS POST-MODERNAS

Una de las paradojas de la familia post-moderna parece ser que el abandono es la contracara de un logro como es promover la individualidad y el logro de la autonomía. Autonomía e individualidad adulta pero en la discusión parece estar ausente qué es lo que realmente sucede con los chicos. Estos resultan ser el gran dolor de la post-modernidad. Los servicios psiquiátricos y psicológicos no alcanzan. Los abandonados son muchos y sus síntomas retornan como venganza, el dolor se vuelve odio.

Una de los fenómenos más extendidos de la post-modernidad ¿Qué está pasando en los chicos frente a este nuevo fenómeno sociológico pero fundamentalmente cultural, o sea de cambio de valores? Ese es el gran dilema porque un crecimiento sano implica básicamente intimidad generacional, presencia, persistencia, perseverancia. En la consulta los adolescentes se quejan que los padres están demasiado tiempo fuera de la casa y los dejan solos. El chico se refugia en la página de Internet, precozmente vaga por las calles y se contagia de conductas marginales, los padres aparecen como «pendeviejos» y los jóvenes les demandan que sean adultos, etc. Así surge un joven que, frente a un mundo tan difícil, no encuentra un cálido refugio y se guarece en su desánimo y/o en la marginalidad.

En la familia monoparental. Muchas funcionan muy bien, especialmente cuando la mamá tiene el apoyo de la familia extensa (abuelos, tíos, primos). El abuelo es un elemento central en el desarrollo de los chicos: es un pacificador generacional. Pero la post-modernidad trae también la liquidación de la familia extensa que es precisamente la que sostiene vínculos afectivos cotidianos.

El gran problema de hoy es la convivencia sostenida menospreciando quizás los deberes que ello implica. Hemos olvidado que la autonomía declamada sólo se sostiene en deberes que se cumplen. Un hijo es también un deber.
Z. Bauman, un lúcido pensador de nuestros dolores, dirá: «el desapego de los vínculos anuncia una cultura del egoísmo que terminará por debilitar los lazos sociales y familiares”.

Hay un cambio fenomenal de las formas de organización familiar y de convivencia: familia tradicional, monoparental (madre o padre solos), parejas consensuales y frágiles que no pasan por el Registro Civil o por la institución religiosa, hijos de fertilización asistida, familias ensambladas en donde conviven hijos de diferentes uniones, uniones gay, etc. Las familias monoparentales aumentaron en Argentina del 9,4% (1980) al 17% (2001) a casi el 40 en la actualidad; a su vez, disminuye el número de casamientos y aumentan las uniones consensuales.

Se buscan relaciones light y de bajo compromiso y ciertas palabras da vergüenza pronunciarlas: novio, marido, esposo, familia, amor, y han surgido otras: amigovio, pareja, compañero, compañía, cama afuera.

¿Y LOS CHICOS?

¿Qué está pasando en los chicos frente a este nuevo fenómeno sociológico pero fundamentalmente cultural, o sea de cambio de valores? Ese es el gran dilema porque un crecimiento sano implica básicamente intimidad generacional, presencia, persistencia, perseverancia. En la consulta los adolescentes se quejan que los padres están demasiado tiempo fuera de la casa y los dejan solos. El chico se refugia en la página de Internet, precozmente vaga por las calles y se contagia de conductas marginales, los padres aparecen, en algunos casos, como «pendeviejos» y los jóvenes les demandan que sean adultos, etc. Así surge un joven que, frente a un mundo tan difícil, no encuentra un cálido refugio y se guarece en su desánimo y/o en la marginalidad y parecen hacer ciertas las palabras desesperadas de ese adolescente que nos decían…. ¿cómo es eso de vivir?

Juan Alberto Yaria
Director General GRADIVA-Rehabilitación en Adicciones.